Por Marcelo Nieto
Que espontánea y colaborativamente convergen las artes, cómo, juntas, proveen altos manjares! Cito a Gadamer: “Debemos aprovechar las analogías entre las obras literarias y las creaciones de las artes plásticas y la música. Encarnan la gran sabiduría de un universal aún no formulado”.
Escribo esto porque estoy pensando en la obra de teatro que vi hace pocos días: Memento Mori (tres actos y un epílogo antes de cruzar el río Aqueronte).













Fotos Laura Aguirre
…Y resulta que era sábado, que llegaba cansado del trajín semanal, con ganas de tirar las botas y retomar en la cama Historia de los Abipónibus, de mi admirado Martin Dobrizhoffer. Pero tenía esa cita con el teatro, se dijera, de obligación concurrente.
Y fue el resplandor de Memento Mori (expresión latina que significa recuerda que morirás) ; fue esa fusión inquietante de voces y danza arcáica, de tragedia griega, de profundidades poéticas en una puesta con destellos contemporáneos y atmósferas del presente; fue Memento Mori -digo-, que hizo que vitaminizara mi espíritu. Que me sumergiera en el placer, me lleve por caminos de axiomas y caos, fue pensar en la muerte… en fin…
Mementro Mori es un libro de Luba Malum. Y cuando uno lo tiene en su biblioteca y lo abre al azar, aparecen versos así:
“También fui parte de la jauría furiosa, anónima, nocturna. Con ella se hacía la luna, para fundirse en las aguas de todos los charcos y desaparecer en el barro de cualquier amanecer. Voy juntando cosas de a poquito, todavía sin saber para qué. Oculto en su vientre, un dolor infinito le da ese toque, esa particularidad a los ojos, que andan como perdidos, gimiendo la ceguera del amor.”
Mementro Mori también es la obra de teatro de Alfredo Germiniani, “Memento Mori (tres actos y un epílogo antes de cruzar el río Aqueronte) “. La que fui a ver al Museo de Medios y que apretadamente puede resumirse: A orillas del río Aqueronte, las moiras mantienen un debate sobre el destino y la muerte de la Humanidad. La barca de Caronte aguarda por ellas, antes de iniciar la travesía hacia el Inframundo, un ritual llevará las almas de miles de muertos que dejó una gran pandemia.
“MM fue posible en primera instancia a los poderosos textos del grimorio de poesías del libro homónimo de Luba Malun. Capaz también en su totalidad e impacto textual, visual y sonoro, proyecté mi pasión y fanatismo por dos películas que representan todo lo que amo del cine de género: Suspiria (1978) de Darío Argento y Suspiria (2018) de Lucas Guadagnino. Las madres Tenebrarum, Suspiriorum y Lacrimarum, son también deidades antiguas, que encuentra acaso génesis y síntesis en Las Moiras, las hilanderas del destino”, me cuenta el director.
La obra , dispuesta en un escenario circular, en sus 40 minuntos tiene en escena a tres mujeres que imprecan profetizan, como en un lapsus de locura y verdad, de horror y belleza; como castas bacanales.
Cada palabra, verso, frase que salen de sus bocas, tienen la voz y el poder de del hado.
Por momentos arrastradas, sufrientes, psicóticas, por momentos encarnando el sino. Son las tres moiras . Fácil de reconocer a Átropos, porque lleva en su mano una contundente tijera, lista para cortar el hilo de la vida. Cuál de las tres me cautiva? Tan sopesadas las actuaciones que aunque el carácter sonante de “la inexorable” en varios picos se impone, Cloto y Láquesis dan al trío una unidad de llanura, una, porque la mímica de su cuerpo habla, la otra por la sobriedad y mesura de su vestido actoral.
Allí está la madeja, los hilos en urdimbre caótica y otra vez la danza y los retorcijones y el trance metafísico y los gritos-alarídicos y después llega el silencio, la calma, el vacío para otra vez recomenzar.
Y en el medio, momentos donde hacen un anillo sagrado y se dicen palabras que no nos es lícito comprender y el escenario circular bañado de luz blanca se tiñe de sangre con la luz roja. Las imágenes lumínicas devienen en potentes metáforas y la música que nunca estuvo ausente termina por pintar, por definir dramáticamente, el hilo de la vida humana.
Vuelvo a la idea del “objeto arte” que en alianza se ramifica, que se asocia exitosamente en otras aventuras, en un nuevo objeto/obra, que es la misma pero ampliada, enjaezada, con otras nuevas revelaciones.
Por eso citaba al principio a Gadamer con su “universal aún no formulado” y por eso Germiniani define la construcción colectiva: “Este proyecto no hubiera sido posible sin la sincronía artística del equipo que formamos parte, desde las interpretaciones (Angelina Carissimo, Sandra Soler y Paula Ayala), la asistencia de dirección (Agustina Bartoli), el maquillaje (Angelina Carissimo), las instalaciones artísticas (Fede Fischer y Carla Medina Marquesini), la selección y mezcla musical (Guido Moussa), el diseño de iluminación (Fede Monzón), el arte de fotografía (Laura Aguirre), el diseño gráfico e ilustraciones (José Bejarano), el registro y la edición audiovisual (Máximo Vargas Gómez), y la ambientación aromática (Elena Bru)”.
El espectáculo cuenta con apoyo del Instituto Nacional del Teatro, ganó con mejor puntaje en la provincia de Chaco la beca del Concurso Nacional de Experiencias de Creación Escénica 2021 correspondiente a la Región NEA.
No es una obra fácil, no es una pieza amable. Yo salí del Museo de Medios meditabundo y con interrogantes existenciales .
No es una obra teatral tradicional, está visto las rupturas, la creatividad galopando. No invita con mirada cómoda y graciosa. Memento exige ahondar, ser protagonista en la búsqueda de un sentido…
“Nos han preguntado por la trama de la obra, que no la tiene. ¡Claro que no la tiene! No la consideré necesario, ya que busco poner en crisis la realidad del espectador, como pasa en sueños o en pesadillas. Todo está pensado, incluso la mazorca que aparece en una de las instalaciones artísticas, que es la percepción de un Inframundo a lo tropical”.









Fotos Laura Aguirre
Dice Luba Malum: «En la obra los poemas adquirieron otro temple, otra música, otras voces. Los poemas de Memento mori provienen de un registro doloroso, existencial, que paradójicamente concluyen (en lo personal) en un espectáculo satisfactorio, sin anular ese origen que los vio nacer. Las actrices lo hicieron carne, se apropiaron de las palabras y esa también fue una experiencia muy sentida que me permití disfrutar. Del proyecto a la obra representada hay un abismo recorrido, que no hubiera sido posible sin todas las personas que trabajaron en ello, especialmente Alfredo.”.
“Hay un océano, un mundo cercano al fondo que no es el fondo. Allí nos arrastramos y después flotamos sin fuerza gravitacional. Luego de la explosión, no quedó nada del otro lado más que materia desperdigada. Cuando nos encontramos, desposeídos, fue rápido el suspiro y el estirón hacia arriba. Un toque de frescura, como lavarse la cara con aguas claras, como respirar amaneceres. Abrir los ojos y estar en la cumbre, el pico siniestro del fin. Un sincretismo extraño de claridad y vértigo, el zumbido del viento. De lo que tengo nada me sirve, nada es real.
Una obra para agendarla en cuanto se sepa de su próxima reposición. Os aseguro amigos, les alimentará el alma.