Por Guido Moussa
Zona Cero
Una de las muchas batallas culturales que han caracterizado a la argentina de los últimos años, es la disputa sobre el relato histórico. Uno de los más importantes campos de batalla: desde la construcción del pasado se edifica el presente y se avanza, ni más ni menos, hacia uno u otro futuro.
Como toda disputa, ha desandado un camino con obstáculos, repleto de aciertos y errores.
El gobierno de Maurizio Macrí, pletórico de actos y conductas propias de un gobierno de facto, prescindente de toda institución o circuito democrático que se oponga a sus impulsos y deseos, resuelto como nadie acaso nunca antes desde el regreso de la democracia a imponer una mirada única, por intermedio del CEO cultural Pablo Avelluto, por supuesto que ha extendido también su cruzada hacia el campo de la historia.
A nadie con dos dedos de frente le pueden quedar dudas de que se ha iniciado a partir del 10 de diciembre de 2015 un brutal proceso de restauración conservadora, mitrista (liberal, si lo prefiere quien lee: la «historia liberal» es «la historia oficial»), centralista y ultra porteño.
Uno – Mitristas y pacificadores Vs. Revisionistas y neo revisionistas: enfrentados en el campo de batalla cultural
En su monumental Historia de Argentina, Galasso destaca que la crisis del 2001 y la estrepitosa caída del gobierno de De la Rúa fueron de la mano con un creciente interés por rediscutir nuestra historia (Tomo 1). No es casual que una de las mayores catástrofes económicas y políticas padecidas por la Argentina moderna (Menem/De la Rúa/Cavallo), sólo superada por el cínicamente llamado «Proceso de Reorganización Nacional» (1976/1983) que agregó a los ingredientes del catastrófico mix una violencia inusitada, haya generado un revival en la polémica historiográfica.
La «historia oficial», edificada por el Gran Falsario, el infame y rastrero Bartolomé Mitre (en adelante, don Bartolo), y sostenida por los adalides de la «Academia» como (por ejemplo) Tulio Halperín Donghi, Ricardo Levene y otros más edulcorados y menos aptos para ser descuartizados por la crítica feroz como Félix Luna, recibió los embates de numerosas voces que vinieron a plantear la necesidad popular de reapropiarse de la memoria, de nuestro pasado histórico.
No es una lucha novedosa. Se reedita cíclicamente, siempre con aciertos y errores.
Es una lucha necesaria y se libra en el terreno de la historiografía.
Historia (dice el diccionario de la Real Academia) es una narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados (acep.1) o bien, disciplina que estudia y narra estos sucesos (acep.2). En cambio, historiografía (dice el diccionario) es el arte de escribir la historia (acep.1) o el estudio bibliográfico y crítico de los escritos sobre historia y sus fuentes, y de los autores que han tratado de estas materias (acep.2).
La lucha se da, decía, en el terreno de la historiografía. Los poderes fácticos (el pueblo, organizado o desinformado —alternativamente—, es uno de ellos), casualmente enfrentados en las personas específicas (y muy circunstanciales) que los representan, se disputan el relato histórico. Y con ello, se disputan la memoria colectiva, se disputan el lugar hacia el que vamos (el futuro) a partir de modelos de conducta y cuadros de situación leídos y releídos según la mala fe, el dinero percibido o los intereses representados por el lector de esos modelos de conducta y cuadros de situación.
Para que se entienda: Félix Luna. Difícilmente encuadrable entre los historiadores revisionistas; y sin embargo, revisionista rabioso don Félix. Confeso radical; o radicalista (si me permiten decirlo así). Siempre tendré un cariño especial por la obra de don Luna; es el primero que leí in extenso. En uno de sus libritos (y digo «librito» porque es uno de los más accesibles) don Félix Luna dice (refiriéndose al golpe de Estado que derrocó al Peludo, esto es, Hipólito Yrigoyen): La Revolución del 30 fue un momento importante de nuestra historia contemporánea porque marcó el fin de una etapa y el comienzo de otra. Significó algo que no había ocurrido hasta entonces en la historia constitucional argentina: el derrocamiento de un gobierno legítimo por un golpe militar —o, en todo caso, un golpe cívico militar[1].
Falso de toda falsedad: el primer golpe constitucional de nuestra historia lo perpetró don Bartolo Mitre, omitido en la consideración de Luna.
Era 1861 cuando Mitre —porteñista y oligarca rabioso y funesto— se alzó en armas contra el gobierno nacional del traidor Urquiza (presidido, para ser exactos, por Derqui) y todo quedó resuelto en Pavón, en el campo de batalla. Los libros, por comodidad dicen que Mitre venció a las fuerzas de Urquiza en aquélla batalla, pero no es cierto. Es tan insostenible decir eso como justificar el fusilamiento de Dorrego con sus precedentes guerreros. Lavalle era un atorrante y un bruto (aún teniendo presente que en 1839 manifestó cierto arrepentimiento por el crimen). Un criminal.
Inexplicablemente (o no tan inexplicablemente) Urquiza le cede en el escritorio al incompetente y lenguaraz Bartolo Mitre la victoria obtenida en el campo de batalla. Mitre no derrotó a Urquiza. Urquiza se retiró una vez derrotado Mitre, quien por otro lado habría sido incapaz de triunfar militarmente sobre el entrerriano.
Caída la Confederación a manos del alzamiento militar porteñista en septiembre de 1861, Mitre se hace del gobierno y procede a desarrollar un gobierno «constitucional de facto»: Unificó a sangre y fuego al país bajo la tutela porteña, asumiendo la presidencia en 1862. En los diez años que duró la secesión, el gobierno porteño estrechó los lazos con el imperio esclavista de Brasil para presionar y atacar la Confederación urquicista y receló del Paraguay en el que veía un probable aliado de los confederados[2].
Aparte de recordarlo como el primer golpista “constitucional” —lugar que honrosamente ocupa en nuestra historia don Bartolo—, Mitre, un sujeto abyecto y oscuro, advirtió que debía hacerse del control del relato histórico para asegurarse no sólo su porvenir y el de su familia sino el de su clase, el de la clase por él representada: la clase dominante, la pequeña (porque son una inmensa minoría imponiéndose a sangre, fuego y ríos de tinta y horas de televisión) burguesía comercial anglocriolla porteña.
Gracias al laborioso trabajo de la historiografía oficial se edificó un relato de poder al servicio de la oligarquía a la que don Mitre representó, siendo él mismo uno de ellos. Los dueños —hasta hoy y tal vez para siempre; o no— del país. Y de su memoria.
A no equivocarse: es importante el debate sobre la historia argentina. Sobre quiénes la han escrito; sobre por qué se ha escrito del modo que se ha escrito; por qué se ha enseñado del modo en que se ha enseñado. Por qué molestó tanto que haya vuelto a los lugares centrales de discusión dentro de ese rompecabezas complejo y apasionante al que llaman: “El modelo”. Es preferible que nos insultemos y gritemos mientras discutimos la figura de un genocida pero sobre todo un corrupto como el General Julio Argentino Roca, a que nos insultemos y gritemos discutiendo sobre la vida privada de la nieta de la Señora del Comedero.
Para adelante y para atrás.
Dos – Para adelante
La Presidenta acaba de crear por decreto el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, poniéndolo a cargo de una Comisión Directiva presidida por Mario Pacho O’Donnell. En sus considerandos, el decreto anticipa la intención presidencial de difundir no sólo la personalidad de Manuel Dorrego sino también la de aquellos protagonistas de nuestra historia que defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante de quienes han sido, desde el principio de nuestra historia, sus adversarios, y que, en pro de sus intereses, han pretendido oscurecerlos y relegarlos de la memoria colectiva del pueblo argentino. Para ilustrar esta intención, el decreto presidencial enumera las siguientes figuras que el Instituto deberá reivindicar: José de San Martín, Martín Güemes, José Gervasio Artigas, Estanislao López, Francisco Ramírez, Angel Vicente Chacho Peñaloza, Felipe Varela, Facundo Quiroga, Juan Manuel de Rosas, Juan Bautista Bustos, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Eva Duarte de Perón. A esta lista nacional se agrega una segunda lista de próceres iberoamericanos que incluye, entre otros, a Simón Bolívar, Bernardo O’Higgins, José Martí, Augusto Sandino, Luis Alberto Herrera y Víctor Raúl Haya de la Torre. Esto salió publicado en La Nación (el diario fundado —casualmente— por Don Bartolo), en la columna del ya poco receptivo Mariano Grondona.
El título de la noticia es: La batalla cultural, ¿ha llegado hasta la historia argentina[3]? Dejemos que don Grondona explique, sintética y sesgadamente —claro, como no podría esperarse de otro modo— el escenario: Es de todos conocido el hecho de que los argentinos interesados en descifrar nuestro pasado no contamos hoy con una sino con dos y hasta con tres historias para consultar. A la primera en aparecer, que podríamos llamar “clásica” aunque sus adversarios la llaman liberal, corresponden, para tomar un solo ejemplo, las grandes biografías de Bartolomé Mitre sobre José de San Martín y Manuel Belgrano. Pero (¿por qué pero?) con el paso del tiempo se difundieron las obras de otros autores como José María Rosa a quienes, por su empeño fue revisar críticamente la historia clásica o liberal, se los llamó revisionistas. Tampoco podría ignorarse la obra historiográfica de un tercer grupo de autores que, con la ayuda de los modernos elementos de la investigación (que según insinúa, insidiosamente el golpista periodisto, no habrían estado a disposición de los revisionistas, que ni siquiera pudieron contar con testimonios directos como “los clásicos”; insinúa y calla don Grondona, porque insinúa lo que dijimos y calla que los revisionistas actuales cuentan con métodos de investigación aún más modernos y rigurosos que los revisionistas de la primera ola), han pretendido llegar a una visión en cierto modo “abarcadora” de nuestro pasado, con la intención de desarrollar, más allá de las pasiones que han dividido tantas veces a los argentinos, una visión pluralista donde pudieran refugiarse todos aquellos que procuran que el pasado, lejos de enconarnos unos contra otros, vaya difundiendo entre nosotros un espíritu de seriedad científica y tolerancia ideológica. Como avanzados de esta tercera intención pacificadora mencionaríamos a historiadores del fuste de Tulio Halperín Donghi y Luis Alberto Romero”.
La columna de Grondona en cita fue publicada por el diario La Nación, casualmente el tabloide fundado por don Bartolo, el infame “padre de la Historia Argentina”: un mentiroso, mal bicho e incompetente consuetudinario; y ya se sabe: “La Nación es el bastión mitrista, de la historia fraguada, contada desde la defensa de los intereses de la Sociedad Rural, de los que hicieron la Guerra del Paraguay. Hay una clara intención de intentar sostener los privilegios de esa historia[4]”. No en vano ha dicho Homero Manzi de Mitre: Un prócer que se dejó un diario de guardaespaldas.
La batalla cultural evidentemente le produce escozor a Mariano Grondona (y a toda la clase en él representada). Escozor, miedo. Resentimiento. ¿Para qué meterse con el pasado? Ensayemos una respuesta: hay que meterse con el pasado porque el discurso histórico justifica el presente y proyecta y condiciona el futuro. ¿Es una buena razón no? El discurso histórico modela a la sociedad. Quienes piensan que la historia es para los historiadores y ratas de laboratorio o bibliotecas en general; quienes piensan que la historia vive en los libros, están equivocados. La historia vive en cada una de las cosas que hacemos, nos hacen y quisiéramos hacer y no podemos. La historia (el discurso histórico) va moldeando las conductas sociales que se estiman deseables por el común denominador de las comunidades. En fin, la historia, en tanto relato de poder, es esencial hacia adelante. En palabras de Wilhelm Dilthey: La lucha por la interpretación de la historia universal acompañará en adelante a todas las luchas por la determinación del futuro; éstas no podrán efectuarse sin aquélla.
En nuestro país, la discusión histórica ha vuelto a recobrar importancia inusitada. El mitrismo, desde La Nación (la cita de la columna de Grondona es un buen ejemplo, aunque Grondona dista, y mucho, de ser una de las buenas y respetables plumas que tiene la oligarquía mitrista) está como loco; embebido de histeria y profecías apocalípticas (que ahora, tras el triunfo de su personero amarillo, está dispuesta a ejecutar brutalmente y, en lo posible, en el cortísimo plazo).
El mitrismo está enojado. La historia que algunos sectores llaman “clásica” es la que hasta ahora resultaba la más difundida y por lo tanto “conocida” (y escrita y divulgada) y es la que se enseña en los tres niveles del sistema educativo, plasmada por los vencedores de Pavón, aquellos que van a liquidar a sangre y fuego a las montoneras federales y que serán los artífices del genocidio de la guerra de la Triple Alianza. La civilización posibilitaba las bases de la dominación; era el puerto, las ciudades del litoral, la burguesía comercial, los terratenientes y los ganaderos, los doctores. Era los ferrocarriles y sobre todo los rémington que derrotaron la resistencia popular del interior. Ésta era la barbarie, los gauchos, los indios, las montoneras, la defensa de la soberanía en la Vuelta de Obligado… Este sistema de valores es el que conforma la historia que escriben los vencedores: la que Bartolomé Mitre sanciona no sólo como en La Historia de Belgrano y en La Historia de San Martín , sino también a través de una prédica de casi cien años en La Nación, expresión misma del liberalismo oligárquico. Pero no fueron sólo los libros o el periodismo, ellos no hubieran podido cimentar la fortaleza inexpugnable de la ideología liberal-oligárquica y la vigencia de sus contenidos en la conciencia, sobre todo, de los sectores medios del país. Era el control que el Estado oligárquico ejercía sobre la enseñanza[5].
¿Por qué tanto miedo a dar el debate, dar la discusión? En todo caso, el relato histórico siempre fue utilizado políticamente; es, hasta cierto punto, un riesgo necesario. Una obligación que no puede permanecer ajena a una agenda política seria. Y es propio de idiotas suponer un discurso histórico neutro. Sólo un idiota puede pensar algo así. Un idiota o alguien malintencionado. Relato histórico neutral o pacificador: no hay tal cosa. Sáquense eso de la cabeza. Equivale a pensar en un cuadrado redondo.
Es mentira: todo eso sobre el «diálogo», cerrar «grietas» (¿?) y demás, es mentira[6]. No existe ese motor: a la historia la mueven las pasiones. El discurso new age, berreta y sacado de toneladas de libros de autoyuda que ni para encender el fuego de un buen asado sirven, oculta la más apasionada labor de propaganda de los poderosos sometiendo a los desangelados de siempre. Es la dominación del hombre por el hombre. Si ustedes se creen ese discursito, entonces ustedes están en problemas.
De nuevo: dar la discusión, el debate sobre nuestra historia —sus raíces, sus sentidos y, sobre todo, sus proyecciones— es de vital importancia. Por eso el Decreto 1880/11 (por el que se creó el Instituto —ahora extinto— Dorrego) molestó (y molesta) tanto: porque es una de esas medidas aparentemente de importancia menor pero sobre la cual se cimientan, a mediano y largo plazo, los verdaderos cambios que se han producido en la Argentina del 2003 a esta parte. Al cuestionar la historia hasta ahora oficial, se agrede directamente al sistema de justificación de privilegios de clase que viene esgrimiendo la oligarquía argentina de un tiempo a esta parte, como si se tratara de dogmas de naturaleza cuasi sagrada. Del famoso modelo de Centenario contrapuesto al del Bicentenario en el discurso de Biolcatti en la Rural. De eso estamos hablando, para que se entienda por qué es tan molesto meterse con el relato histórico. Y es que, la enseñanza de la historia en la Argentina —como en cualquier país— satisface una necesidad específica de las clases dominantes. Para consolidar los privilegios del presente, dichas clases necesitan fijar en la conciencia colectiva una visión particular del pasado que justifique tales privilegios. No es un azar que Rivadavia haya sido juzgado durante más de un siglo como la figura paradigmática de la historia nacional. Representante de los importadores ingleses, socio de la Casa Hullet de Londres, enemigo de Facundo, adversario tenaz de las quimeras sudamericanas de San Martín y Bolívar, Don Bernardino es el responsable, junto con Manuel García, de la capitulación ante la Corte Brasileña. El ideal de cultura de tales instituciones se personificaba en Sarmiento y Rivadavia, asesino de gauchos el primero y hombre de la burguesía comercial porteña el otro. De alguna manera, las clases medias del litoral admitieron esa versión portuaria de la historia porque su situación en la semicolonia la vinculaba hasta cierto punto a una alianza de hecho con la oligarquía terrateniente. (…) Creo que sólo el revisionismo socialista ha logrado acercarse a una concepción nacional de la historia argentina, no sólo por descubrir la oculta trama de su estructura económica y social sino ante todo por ver en ella un fragmento insular de la nación latinoamericana inconclusa[7]”
Tres – Para atrás
En medio del frenesí cuasi dictatorial de las huestes restauradoras de la CEOcracia que gira comercialmente bajo el nombre de fantasía «PRO» o «macrismo» o «los amarillos», el lunes 4 de enero la novedad, el decretazo del día (o uno de los decretazos del día) fue el N°269/2015. Mauricio Macri oficializó la disolución del Instituto Dorrego.
“No es función del Estado promover una visión única de la historia”, dice la norma del presidente sobre la entidad de revisionismo histórico creada por Cristina Kirchner. Lunes 4 de enero de 2016. El gobierno oficializó la disolución del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, creado en 2011 durante la administración de Cristina Kirchner.
Entre los considerandos de la norma se destacó: El accionar de las instituciones científicas y académicas reconocidas por el Estado e incorporadas dentro de los sistemas nacionales de evaluación de la producción historiográfica, debe realizarse en el marco de la más absoluta pluralidad ideológica.
El decreto aseveró: No es función del Estado promover una visión única de la historia ni reivindicar corriente historiográfica alguna sino, por el contrario, generar las condiciones para el ejercicio libre e independiente de la investigación sobre el pasado.
El Instituto Dorrego, que funcionaba en la calle Rodríguez Peña 356, fue creado por Cristina Kirchner a través del decreto 1880/2011 para “profundizar el conocimiento de la vida y obra de los mayores exponentes del ideario nacional, popular, federalista e iberoamericano [para] poner énfasis en el estudio, la ponderación y la enseñanza de la vida y obra de las personalidades de nuestra historia y de la Historia iberoamericana que obligan a revisar el lugar y el sentido que les fuera adjudicado por la Historia oficial, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX”.
Su presidente fue el escritor e historiador Mario Pacho O’Donnell, quien en medio de una puja interna entre los integrantes del directorio, en diciembre de 2014 propuso cerrar el Instituto Dorrego. “Nuestros peores enemigos estaban adentro”, dijo O’Donnell en aquella fecha. Luego la presidencia del centro de estudio recayó en el dirigente peronista Víctor Ramos, quien en febrero de 2015 fue desplazado por una intervención de la entonces ministra de Cultura, Teresa Parodi. Ramos dio a conocer hoy una declaración en las puertas del Instituto, en la cual, como presidente en ejercicio según sostuvo en un comunicado, manifestó el rechazo a los “argumentos del ministro (de Cultura) que ha dicho que esta medida es por la falta de pluralidad en el Instituto Dorrego”.
El cierre “no tiene otra intención que la de proscribir un Instituto Revisionista con la visión histórica de los Pensadores Nacionales de la talla de José María Rosa, Jorge Abelardo Ramos, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Fermín Chávez, Juan José Hernández Arregui, Jorge Eneas Spilimbergo, Alberto Methol Ferré y Manuel Ugarte en los que se ha inspirado el Dorrego”, sostuvo.
“El Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego continuará funcionando de todas formas, en el ámbito institucional del Estado Nacional o fuera de él”, agregó en un texto[8] acompañado con firmas de intelectuales.
El decreto en cuestión es absurdo, incapaz de resistir en los fundamentos que expresa cualquier análisis serio[9]. Revela una aterradora pobreza conceptual y una urgencia emparentada con el odio, la bronca, la revancha. La venganza.
Es el mitrismo más recalcitrante en acción. Lo peor de lo peor de nuestra condición histórica.
Cuatro – Cuentos chinos para los imbéciles y débiles mentales. La Academia (imparcial —¡¿?!—) embate contra los peligros del neorrevisionismo (kirchnerista) ¿Macartismo? No, que va
El cuento chino acerca de la desideologización del Estado como necesidad de una pretensa agenda política (que en realidad es la agenda de la despolitización y la entronización del Dios Mercado o Dios Dinero), ni falta hace desenmascarar aquí. A esta altura de la historia sólo quien no quiere entenderlo puede no entender lo que encierra semejante patraña. Es una expresión berreta de ese otro (nefasto) cuento chino que desde el Cuerpo de Planeamiento de Política del Departamento de Estado de los Estados Unidos[10] Francis Fukuyama le vendió a todos y todas: el fin de la historia.
En una entrevista publicada en La Nación (cuándo no, La Nación, preocupada por cuidarle las espaldas al impresentable Bartolo) el domingo 10 de marzo de 2002 le preguntaron a la profesora Sáenz Quesada[11]: “¿Qué fue de la polémica entre revisionistas y liberales?” Y responde: “Entre los historiadores, por lo menos, el tema fue desapareciendo por falta de combatientes[12]”. Qué lejos quedó eso ¿no? 9 años después, parece prehistoria. Sáenz Quesada había dirigido durante la presidencia de Alfonsín el Museo de la Casa Rosada y había sido Secretaria de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, cuando Chupete De la Rúa era Jefe de Gobierno. Renunció (“desgastada” según Clarín del 21/04/1998) o —con más exactitud— la renunció Fernando de la Rúa. En el gabinete de quien sería poco después un vergonzante presidente de los argentinos, sonaban estos nombres: Darío Lopérfido (curiosa paradoja el apellido de ahora funcionario ultra oficialista amarillo), Cecilia Felgueras, Teresa Anchorena (subsecretaria de Desarrollo Cultural y a cargo del Centro Cultural Recoleta). Según el inefable Clarín, “en el más estricto off de record, lo que se hacía oír en los corrillos era que a María Sáenz Quesada le había faltado dinamismo. En otras palabras, que su gestión había sido pasiva y no se había hecho notar como la de Lopérfido. Y que la cultura más clásica, de teatros y museos, había quedado relegada[13]”. Caramba; para ser calificado de pasivo o falto de dinamismo por la gestión delarruinista hay que imaginar una pasividad casi inimaginable.
En la misma entrevista que citamos más arriba, del año 2002, le preguntan a Sáenz Quesada: “¿Qué le faltaba a San Martín para ser perfecto?”, a lo que responde: “El desprendimiento total de Belgrano[14]”. En otra entrevista —casualmente publicada en el diario de Mitre, La Nación— pero 8 años después y con motivo de conmemorarse el Bicentenario de la Patria, le preguntan a Quesada: “¿Qué personajes de la historia rescata?”, y dice: “Me gusta mucho Manuel Belgrano, creo que es la figura clave. En lo femenino, siento una especial admiración por Mariquita Sánchez de Thomson[15]. También me gusta [Domingo Faustino] Sarmiento. Son las figuras que tendieron a construir, a dejar algo[16]”.
Bueno, bueno. Seguro alguna explicación la Academia tendrá para esto, aunque no hace falta. Yo sólo lo señalo para el lector atento. Quiero decir (una vez más): ¿de qué historia imparcialmente contada me hablan si la historia la escriben personas de carne y hueso con virtudes y miserias propias de la carne y el hueso? El revisionismo o neorrevisionismo, si se quiere, por lo menos va de frente y nos propone lo que verdaderamente cuenta de todo esto: no la mera exposición o yuxtaposición de hechos que, es verdad, fácticamente han ocurrido (y no siempre, porque Mitre y sus compinches y cómplices han ocultado y fraguado muchos datos duros de la historia), sino lo más importante: una lectura, una cierta mirada sobre esos hechos, sus antecedentes y sus consecuencias. Y algo más: una búsqueda odiosa a veces de las causas que motivaron o dispararon esos hechos.
Por último, Sáenz Quesada (ex funcionaria alfonsinista y delarruísta) deja clarísimo desde dónde escribe, lee y cuenta la historia: “La clase política argentina está en franca decadencia, la dirigencia en general no responde a las necesidades de este siglo XXI. Desde ya me parece que no hay mucha preparación ni conocimiento del pasado. Creo que hasta 1950 ó 60, la historia interesaba a los políticos: pienso en un [Arturo] Frondizi, que era lector de estos temas, [Juan Domingo] Perón también leía historia; pero esto se ha ido diluyendo. Cuando se lo escucha al Gobierno citar la historia da pena. (…) Creo que los Kirchner tienen ese caballito de batalla: que son la justicia social, que son más peronistas que nadie, pero son formas de utilizar slogans, de apelar a la memoria en la que se recuerda a un Perón de los años 50, que repartía beneficios, y a aquella Argentina próspera. Todo eso tiene poco que ver con lo actual”. No estoy diciendo que esa lectura o esa posición estén mal. No la puedo juzgar; no la comparto. Pero no puedo aceptar, de plano y sin lugar a dudas, que tiene poco que ver con lo actual. Sí digo que no la comparto y que, vamos amigos, a no dar tanta vuelta: ¿historia imparcial, popular, para todos, en la Academia? ¿En serio creen eso[17]?
Una buena manera de filtrar historiografía es revisar las opiniones de los historiadores acerca del centenario, acerca de aquél añorado (por las oligarquías reaccionarias) 1910. Sáenz Quesada fue consultada en estos términos: “¿Cuál sería la diferencia entre 1910 y 2010?”. Aquí la respuesta (con negrita y subrayado nuestro): “En el Centenario se miraba el pasado, pero no por el pasado en sí mismo, sino como elemento para proyectar el futuro. En 1910 había optimismo, satisfacción y mucha autoestima. La dirigencia que condujo el país durante los últimos 50 años se sienta a mirar los logros y los considera muy buenos. Sin embargo, el país está dividido: hay un sector que protesta, acaso en la más intensa protesta que hubo en la primera década del siglo. Con mucha actividad sindical, e incluso con la visita de importantes activistas extranjeros. Después estaba otro sector, el de los recién venidos, en el que había grandes grupos de inmigrantes que buscaban integrarse y que veían el futuro con optimismo y como oportunidad de incorporarse a la nueva sociedad ellos y sus hijos. Y la dirigencia que, como vimos, estaba muy contenta consigo misma. (…) Ahora hay gente enojada; en realidad nadie parece muy contento; tenemos un país crispado, ésa es la gran diferencia. Antes había gente enojada, pero también quienes creían en el futuro y trataban de integrarse. Creo que en parte por las dudas que plantea el futuro y también por el hecho de que pasamos a ser un país de migración, aunque siga siendo atractivo para los vecinos[18]”. Esta entrevista es del 2 de mayo de 2010; curiosamente —y para ser justos en estas líneas—, unos meses antes (el 21 de diciembre de 2009) La Nación (otra vez, La Nación, el diario de Mitre) en otra entrevista le preguntan a Sáenz Quesada: “¿Con qué orientación usted cree que el país debería encarar el tiempo del Bicentenario?”. A lo que responde: “Con una mentalidad abierta, desprovista de prejuicios. Trataría de mirar este proceso con tolerancia, conociendo que no hay santos ni seres malvados, sino seres humanos puestos en coyunturas cuyo desenlace no conocen, que en algunos casos son figuras notables. (…) No creo que debamos ponernos frente al Bicentenario en una actitud de que somos un país fracasado; que lo único bueno es lo que pasó en 1910, como dicen ciertos sectores, o que todo lo malo sucedió en 1910, como dicen en las esferas oficiales. Tener un espíritu de equilibrio y de optimismo. Estamos tan necesitados de replantearnos nuestras instituciones, si vamos a respetarlas más o si vamos a convertirnos en un país de gente dividida y enfrentada. Somos un país sectorial, corporativo, un país crispado. Creo que sería un buen momento para buscar alguna concordia en la mirada objetiva, optimista y también emotiva sobre lo que pasó en 1810. Cada uno puede encontrar el modo de vincularse con esa época, con el propio gusto por ser argentinos, algo que también vale la pena decir”. Evidentemente en diciembre el espíritu navideño impregna las opiniones hasta de los miembros de la Academia; pocos meses después de la Navidad de 2009, para Quesada ya nadie estaba o parecía muy contento, aunque el país seguía crispado (esa coherencia discursiva se la concedemos).
Si uno tiene toda esta información (y más, porque las lecturas son muy abundantes para quien desee hacerlas) puede entender por qué María Sáenz Quesada dijo (desde Ginebra y para el diario La Nación, claro) con respecto al Instituto Dorrego (nuestro interés central): “Estoy alejada de las andanzas de nuestros neorrevisionistas y escritores puestos a historiadores. Pero la creación del instituto por decreto, en coincidencia con la conmemoración del Combate de la Vuelta de Obligado, tiene más relación con la política que con la historia, como se ve claramente por la denominación elegida, los objetivos propuestos y la composición de sus integrantes (…) ; en el nuevo Instituto prevalece la antinomia historia popular versus historia elitista, y una idea del revisionismo que viene de los autores que, a partir de 1930, imaginaron la «patria grande» si Rosas no hubiera sido derrotado en Caseros por otros caudillos con una visión distinta del federalismo, como era el caso de Urquiza[19]”.
Subrayamos y remarcamos algunas de las palabras elegidas por Sáenz Quesada para que usted, lector, saque sus conclusiones. ¿Son casuales las palabras elegidas? ¿Tenemos nosotros una mala fe distinta a la de la Academia cuando —de frente— decimos, por ejemplo: “Mitre y sus cómplices”? Cuidado, no hay que subestimar al que lee. Uno elige una palabra en lugar de otra y en esa elección dice mucho. ¿Por qué “andanzas”?
No es nuestra intención —y si lo fuera, de antemano sabemos que no podemos, que no nos resulta posible— agotar el debate ni centrarnos en ninguna figura en particular. No constituyen estas notas ataque alguno dirigido a persona o idea o visión de país alguna. Precisamente por eso, digamos —haciendo honor a la honestidad intelectual de Sáenz Quesada, cuyas obras consultamos frecuentemente— que la historiadora en cuestión dice: “Sabemos que el historiador no puede ser una persona aséptica, no conviene que lo sea. Su compromiso con la historia contemporánea de su país es positivo. Es necesario abordar esa historia con honestidad intelectual, informar al lector la postura política que uno tiene. Luego, tratar de ver dónde está la verdad con la mayor honestidad posible[20]”. Afirmación con la que coincidimos totalmente.
Es que nos cuesta aceptar de buena fe el modelo maniqueo que plantean ambos extremos de la cuestión: el revisionismo nos resulta más simpático porque al menos sabemos de antemano de qué va la cosa; en cambio la paranoia, la reacción de vieja histérica de la Academia frente a la sola posibilidad de plantear el debate histórico, asumimos que nos molesta porque es el mismo esquema en el que los sectores reaccionarios intentan plantear todas las discusiones (finalmente, impidiéndolas, impidiendo que se den debates importantes y valiosos): sos K o sos anti-K. Carajo, no soy ni una ni la otra cosa: la discusión nunca fue si soy o no soy tal cosa sino extender Derechos, reconocer la necesidad de replantear el modo en que se presenta nuestra historia, etcétera.
Y sí, después de mucho leer, pienso que Mitre es el antiprócer por excelencia, un tremendo cagador que de ningún modo merece el lugar con el que lo endiosa el largo relato oficial de nuestra Academia de historia; y pienso que Roca era un ladrón, un corrupto desvergonzado como pocos hemos tenido (excepción hecha por el brutal hijito que nos legó y que llegó a ocupar la vicepresidencia de la Nación). Sí, pienso eso. ¿Está mal? ¿No puede pensarse así acerca de los muertos? ¿Eso me vuelve K o Ultra K? En una nota reciente, José Pablo Feinmann lo explica del siguiente modo: “Uno había llegado a pensar en una inevitable autocrítica de la “oposición” que llevara sus planteos a otras esferas que no fueran las del agravio, la denuncia sin fundamentos o la agobiante repetición de las recetas neoliberales. Parte de esos planteos era que los agravios no eran de ellos sino de los otros. Que los crispados estaban enfrente. Que todo lo malo, lo antirrepublicano, lo turbio y lo antidemocrático estaba enfrente. Todo enfrente, más allá, en la “otra parte” del espacio político[21]”¿Macartismo? No, que va. Clarito.
Punto y aparte.
Cinco – Libremercado
Cortito y al pie: lo que expresa el decreto que dispone disolver el Instituto Dorrego es, ni más ni menos, que el ADN de la CEOcracia instalada por el amarillismo: brutal (apócrifa) libertad de Mercado.
Es el Dios Dinero que reina sin limitaciones de ningún tipo, que se enseñorea y ladra y escupe y vocifera desde la cima de la montaña de sufrimiento que construye al servicio de unos cada vez más pocos.
Es eso. Y son tan brutos, tan torpes, rústicos, zafios y radicalmente salvajes, que ni siquiera se molestan en ocultarlo ensayando una redacción decente para los Considerandos del decretazo facistoide en cuestión.
Y cuando uno ve el videíto de Avelluto explicándose sobre sus «polémicos» tuits, entiende todo. Lo entiende claramente y sin hesitaciones.
Seis – Virginia Berra de Massey: un poco de humor no le viene mal a nadie
Johanna Maria Magdalena Ritschel se casó con el ministro de propaganda de la Alemania Nazi, Joseph Goebbels. Así, fue conocida como Magda Goebbels. Dicen que estaba rabiosa y perdidamente enamorada del Führer, esto es, de Adolf Hitler. Tanto lo amaba que frente a la irreversible decisión de Hitler de quitarse la vida, Magda Goebbels no tuvo mejor idea que hacer lo propio ella y, de paso, asesinar a sus seis hijos. Dicen también que cuando una de las secretarias del Führer (Traudl Junge) le preguntó el porqué de su decisión Magda respondió: Es mejor que mis hijos mueran a que vivan en la vergüenza y el oprobio. Nuestros hijos no tienen sitio en una Alemania como la que habrá después de la guerra.
Todo esto está muy bien retratado en una película: Der Untertang (La Caída, dirigida por Oliver Hirschbiegel). Uno puede mirar esta excepcional película siempre que no tenga ganas de leer.
Muchos libros habitan mi biblioteca; hay uno muy particular: un librito titulado Semblanzas Argentinas, Bosquejos Biográficos de Virginia Berra de Massey. Es un libro se supone que sobre historia argentina, para nivel secundario. Es del año 1928. Se terminaba el mandato presidencial del radical Marcelo T. (de Alvear, claro) y asumía su segundo mandato como presidente de la Nación, un anciano Hipólito Yrigoyen (76 años por entonces). La fórmula era Yrigoyen – Beiró, pero el vicepresidente no llegó a asumir porque falleció pocos meses después de ser consagrada la fórmula por el Colegio Electoral, que en su reemplazo designó al gobernador de Córdoba, Enrique Martínez. 1928: el tema de fondo es la nacionalización del petróleo impulsada por el yrigoyenismo; el gobernador radical de Salta decreta la caducidad de las concesiones y permisos de cateo otorgados a compañías extranjeras por anteriores gobiernos provinciales. La compañía estadounidense Standard Oil demanda al gobierno salteño y el juicio pasa a la Corte Suprema de Justicia de la Nación: la misma que dos años después daría aval judicial a la triste tradición golpista cívico-militar que atravesó, de manera nefasta, toda la historia de ese siglo.
1928: Gardel triunfaba en París y mientras tanto, nuestros lectores de historia de nivel secundario tenían el librito de Virginia Berra de Massey para aprender sobre don Bartolomé Mitre.
Este libro me acompaña desde mi más remota infancia. Con textos como este me (de)formé: crecí creyendo que era verdad ese enorme globo relleno con gases que es el relato de la Historia Oficial argentina. Imagínense mi cara cuando descubrí que doña Berro de Massey me había estafado. Así que, frente a tamaño fraude, permítanme dedicarle unas líneas a este asunto a modo de reparación histórica.
En las páginas 82 y siguientes de su librito Berro de Massey dice que la biografía de Mitre no cabe en los estrechos límites de un artículo; serían necesarios gruesos volúmenes para enumerar siquiera los hechos de trascendental importancia en que intervino desde la edad de 17 años, en que las turbulencias políticas lo obligaron a pasar a Montevideo (…). Agrega que Mitre fue grande en los días luctuosos de la guerra civil como en los días memorables de la defensa nacional (…). Y batalló como bravo y combatió tiranos y destrozó cadenas —y reivindicó derechos— y afianzó libertades, impulsado siempre por el amor a la justicia.
Si todo esto no hubiera sido escrito en 1928 sino en —digamos por caso— 2010, el o la autora de un texto como el citado debería ser internado/a en alguna clínica psiquiátrica para enajenados y/o fundamentalistas variopintos. Dice Berra de Massey (le dice a los escolares que desean aprender historia argentina y que de hecho la han aprendido en estos términos allá lejos por la década del 20 y las que siguieron después también) que el destino, siempre caprichoso, no quiso que [Bartolomé Mitre] fuera numen de Mayo, pero no pudo evitar que suya fuera la gloria de dar el último retoque a la organización nacional, suprema aspiración de los patricios del año 10…
Es un librito curioso este Semblanzas Argentinas. Prologado por ella misma, dice Berra que no cabe en nuestros propósitos analizar en estas LECTURAS circunstancialmente las vidas de tan preclaros ejemplos de saber, rectitud, altura de ideales y visión patriótica; no lo permitiría la brevedad con que nos ocupamos de ellos, ni cuadraría tampoco hacerlo en un texto de lectura, escrito para niños, convencidas como lo estamos de que, la edificación moral de ellos ganará más sin duda con la apreciación ecuánime, generosa y optimista, reflejada en biografías sencillas y sin comentarios, como los de estas Semblanzas y no con el análisis severo, hondo y frio, impropio tratándose de un libro escolar. Sin comentarios.
Y si bien eso habría bastado para mover al lector atento a risa, se solaza la autora con el dictamen de la Comisión Didáctica que aconsejó la aprobación del libro Semblanzas… ante el Honorable Concejo Nacional de Educación. Dice el dictamen en cuestión: “la obra mencionada contiene 52 artículos sobre próceres de la emancipación política y de la organización nacional, agregando que el método biográfico adoptado por la autora en un estilo claro y frase concisa, distribuido espontáneamente en artículos sobrios y la hábil manera que ha presidido la elección de los asuntos de cada capítulo, hacen que este libro dentro de sus proporciones, resulte altamente educador”. Ya que estamos hablando de Mitre, veamos un ejemplo de prosa sobria, clara y concisa, altamente educativa: “Es ley constante de la humanidad oponerse con tenacidad a la acción destructora del tiempo que todo lo quiere sepultar bajo una capa de fría ceniza. Es aspiración universal del espíritu humano, tener siempre cerca de sí a los seres que durante el breve lapso de tiempo que media entre la cuna y el sepulcro hicieron obras de varón. De ahí esa actividad del ingenio que se traduce en monumentos, en cuadros, en lápidas, en inscripciones, para tener la ilusión de que su partida para la eternidad no ha sido más que un sueño penoso de sus admiradores.
”Al enunciar estos recuerdos, un sentimiento, mezcla de respeto, de júbilo, de entusiasmo embarga el espíritu y se siente admiración ante la grandeza del ilustre entre los ilustres, cuyo nombre hoy pronuncia espontáneo el pueblo argentino y los repiten las auras que acarician nuestra frente y las ráfagas del pampero impetuoso; nombre que está escrito con caracteres indelebles en los muros de la nueva Troya del Plata y proclaman gloriosos los campos del Paraguay y Pavón”.
La memoria de Mitre, descansa en paz.
Berra de Massey debe haber sentido por la figura de Mitre algo parecido a lo que sentía Magda Goebbels hacia el Führer, porque cierra su semblanza diciendo: “Militar y gobernante, legislador y tribuno, escritor y publicista, Mitre seguirá recibiendo los homenajes de la posteridad, mientras la mole andina esté segura sobre sus bases”.
El berro es un yuyo amargo que se come en ensaladas. Por una letra Virginia Berra no fue berro; pero que amargo sabor deja el darse cuenta que con textos como el de Berra se levantó el monumental panteón de adulteraciones históricas que hasta hoy —aunque con menos fuerza tal vez— padecemos en nuestros años (de)formativos.
Siete – La historia “dice” lo que le hacen decir los que la cuentan (si no, para muestra basta el caso chileno).
Dejen de joder con eso de que revisionismo es politizar la historia y academia es contar la historia equilibrada y desinteresadamente. A otro idiota con ese cuento.
Refiriéndose al cuento de la Guerra de la Triple Alianza según la historiografía liberal, José Pablo Feinmann lo dice así: “Sarmiento llamaba al Paraguay ‘la China de América’. Y proponía que así como Inglaterra había abierto a la cerrada China a cañonazos para integrarla a la ‘civilización’, debíamos nosotros barrer con el Paraguay de López, ese dictador, para integrar al Paraguay a la ‘civilización’ de América Latina. Así se hizo. Hoy, en el siglo XXI, somos testigos de lo progresiva que fue la ‘civilización’ que los porteños y los ingleses y los franceses trajeron al Plata. Y a todos los países coloniales. Lejos de iniciarlos en la senda del ‘Progreso’ los condenaron al atraso permanente. ¿Cuál fue el ‘Progreso’ del colonialismo y del neocolonialismo? Buenos negocios para los países metropolitanos, materias primas baratas y atraso y monocultivos para los países ‘nuevos’. El tema de la ‘razón técnica’ (Heidegger) o la ‘razón instrumental’ (Adorno y Horkheimer) deberá ser aplicado para una nueva lectura del siglo XIX en la Argentina y de su desarrollo posterior. Pero la canallada se cometió contra el Paraguay. López había iniciado un desarrollo autónomo. Con ingenieros extranjeros bajo control paraguayo. Tenía ya un pujante proyecto de modernización. Era un peligro para Inglaterra. Y que nadie venga a decir que usamos a Inglaterra como el ‘cuco externo’ de los revisionistas. Cállense la boca. Todos los países que se formaron en el siglo XIX fueron formados por Inglaterra. Los que fueron destruidos también. Había que destruir al Paraguay de López. Y ahí fueron tres países. Y —ése si— fue el Vietman argentino. No la triste matanza de unos cuantos guerrilleros en el monte tucumano, que alguien anda llamando en un libro El Vietnam argentino. No: en Vietman peleaban dos ejércitos y un país había invadido a otro. Eso no pasó en Tucumán. Sólo se trató de otro penoso desvarío del ERP que fue fácilmente aniquilado por esos obstinados cruzados de la muerte que fueron los generales Acdel Vilas y Domingo Bussi. Agarraban a los guerrilleros, los torturaban, los mataban, los ataban con alambres de púas y luego los dinamitaban. El Vietnam de América latina sucedió entre 1865 y 1870, durante la segunda parte de la década en que los norteamericanos (durante la primera) se enfrentaron en la Guerra Civil entre el Norte industrialista y el Sur algodonero, el Sur del monocultivo. Los tres países aliados, pese a la poderosa defensa paraguaya, fueron ganando la guerra. Pero con terribles derrotas. La de Curupaytí (el 22 de septiembre de 1866) resultó catastrófica para las fuerzas del general Mitre: perdió entre nueve mil y diez mil hombres. Los paraguayos perdieron cincuenta. La guerra queda en manos de Brasil, que la llevará hasta el final. El final es en Cerro-Corá, donde López es derrotado y asesinado. En esa batalla, como ya no quedaban en el país hombres aptos para luchar, las madres enviaron al frente a sus hijos de siete años u ocho. Y les pintaron bigotes para que parecieran soldados. Para que creyeran que eran hombres. Los mataron a todos[22]”.
La historia “dice” lo que le hacen decir los que la cuentan, los que la escriben, los que nos indican cómo enseñarla. Y siempre dice lo que conviene al relato de poder que sostiene al modelo imperante en un lugar y tiempo determinados. Hemos de decir algo más sobre esto; dejaremos que lo diga José Pablo Feinmann. Pero antes: el caso chileno.
Hace unos días el lector atento de periódicos se topó con esta noticia: “Los alumnos chilenos ya no aprenderán que en su país hubo una dictadura entre 1973 y 1990, encabezada por Augusto Pinochet, sino un régimen militar, luego de que el gobierno modificara los textos escolares de primero a sexto grado, confirmó ayer el ministro de Educación, Harald Beyer (…)”, quien al ser consultado explicó que “se usa la (definición) más general, que es régimen militar”. Se trata de una modificación para nada menor en el relato de la historia (trágica historia) reciente de Chile. Sigamos con la noticia según fue publicada: “El cambio fue propuesto por el Ejecutivo de Sebastián Piñera y aprobado por el Consejo Nacional de Educación el 9 de diciembre, aunque recién ayer trascendió en medios locales. Es parte de una reforma de las bases curriculares de primero a sexto básico en las áreas de Lenguaje y Comunicación, Matemáticas, Historia, Geografía y Ciencias Sociales, y Ciencias Naturales. En Historia, mientras el texto anterior señalaba expresamente a la “dictadura militar” como uno de los períodos de la historia nacional, en el nuevo se reemplaza esa expresión por “régimen militar”[23]. Perfil (satélite periodístico de Clarín, portavoz de similar ideología) agrega, al ocuparse de la misma noticia, datos que resultan inquietantes: “La derecha chilena, que regresó al poder tras 20 años con el presidente Sebastián Piñera, fue el sostén ideológico de la dictadura de Augusto Pinochet, que se inició el 11 de marzo de 1973 tras derrocar al gobierno del socialista Salvador Allende, señala la agencia de noticias AFP. En tanto, de acuerdo a una encuesta del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), un promedio de una de cada diez personas está de acuerdo con que las muertes durante el régimen militar fueron un mal necesario para impedir el comunismo. Esa opinión es mayoritaria entre quienes se declaran como votantes de Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente (UDI), los partidos de Gobierno. El sondeo de CERC reveló además que el 11 por ciento de los chilenos considera que Miguel Krassnoff, uno de los torturadores más crueles de la dictadura, es inocente y no cometió crímenes contra los derechos humanos[24]”. Inquietante y perturbador.
Intentemos explicar brevemente, entender de alguna manera los por qué —acaso— de esta decisión curricular de la derecha chilena. Nos sirve de ayuda una nota publicada en el diario La Nación de Chile (http://www.lanacion.cl) el jueves 10 de diciembre de 2009. Dice el artículo periodístico en cuestión: Sebastián Piñera fue uno de los múltiples rostros que reafirmaron su compromiso con el dictador Augusto Pinochet, tras el 16 de octubre de 1998 cuando cayó detenido en Londres por una orden emitida por el juez español Baltasar Garzón. El 28 de octubre de ese año, el hoy abanderado de la Alianza fue uno de los principales oradores del acto organizado por RN y la UDI, y que convocó a menos de 2 mil personas, en Alonso de Córdova con Manquehue. En su intervención, Piñera pronunció un encendido discurso en apoyo a Pinochet, en donde rechazó la encarcelación del ex dictador y fustigó duramente la jurisdicción internacional en materia de violaciones de los derechos humanos.
En un gran escenario y con una bandera chilena de fondo, el empresario cuestionó el procedimiento adoptado por Garzón y la policía británica contra el ex dictador, porque “las condiciones de salud del senador Pinochet son muy delicadas y todos las conocemos”. Asimismo, dijo que Pinochet y su familia “están viviendo tiempos difíciles en Londres, en estos momentos, y por eso merecen toda nuestra solidaridad”.
Alineándose con el discurso utilizado por todas las fuerzas de la derecha política de ese entonces, Sebastián Piñera dijo que la jurisdicción internacional en materia de delitos de lesa humanidad “constituye un agravio y un atentado a nuestra soberanía”. Esto, pese a que Chile ha ratificado en los últimos años la validez de dicha competencia legal, mediante la suscripción de tratados internacionales.
Al mismo tiempo, el empresario advertía al juez de la Audiencia Nacional española. “Queremos decirle para que lo entienda bien. Chile ha sido, es y será siempre un país libre y soberano. Por un problema de principios, no podemos permitir que un juez español o de Mozambique se arrogue una jurisdicción que no le corresponde, y juzgar a personas por hechos ocurridos en nuestro país y que tienen el alto cargo de haber sido ex Presidente de la República[25].
Puede que este antecedente periodístico explique la decisión tomada por el gobierno de Chile. Puede que no. Vaya uno a saber. Si da todo lo mismo; si una palabra es igual a la otra; si una expresión no modifica mucho a la otra; si contar la historia no es “hacer la historia”: ¿por qué cambiar dictadura por gobierno militar? Según el Diccionario de la Real Academia (¡qué mejor fuente de información neutral!) “dictadura” quiere decir (en lo que aquí respecta) gobierno que, bajo condiciones excepcionales, prescinde de una parte, mayor o menor, del ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad en un país (acepción 3); o bien gobierno que en un país impone su autoridad violando la legislación anteriormente vigente (acepción 4). Es decir: la dictadura es una específica forma de gobierno; pero un gobierno militar no necesariamente es una dictadura. Es fácil advertir la diferencia. Es una diferencia de marketing si se quiere. Marketing perverso, porque don Augusto Pinochet no sólo fue un deplorable antiargentino cobarde responsable de muchas muertes argentinas en las Islas Malvinas, sino también un genocida. Un viejo de mierda (esto ya sobre el final, cuando era viejo). Un montículo de mierda. Y un dictador. Casi me olvido de eso: Pinochet fue un dictador, al frente de una dictadura cívico-militar, es decir, al frente de una forma de gobierno caracterizada por no respetar la ley o —mejor aún— por identificar la ley con la voluntad y los intereses del grupo dictatorial al mando. De nuevo: ¿si no fuera importante la diferencia, para qué cambiar los textos escolares?
¿Siguen, después de todo esto, pensando que la lucha en el campo de batalla cultural es un dato menor de la realidad?
Ocho – La historia “dice” lo que le hacen decir los que la cuentan (¡Oh! ¿Y ahora quién podrá ayudarnos? ¡Yo! ¡Plataforma 2012! No contábamos con su astucia…)
Evidentemente si alguno de ustedes se sigue preguntando si las cuestiones históricas (mejor aún: si los relatos históricos y el desenmascaramiento de las historiografías en danza; a esta altura si usted nos ha seguido desde el principio podemos exigirle esa distinción conceptual) son actuales y revisten importancia, es que no ha entendido nada. Y si a esta altura no ha entendido, es que no ha querido entender. Es que no le interesa entender. Es que está cómodo. O quien sabe: acaso sea más vivo que nosotros y no se preocupe por ninguna de estas cuestiones. Acaso sea más vivo que nosotros y no se indigne cuando le quieren mentir, cuando le quieren colocar buzones.
En medio de la disputa cultural y cuando aún no se vislumbraba la posibilidad de que la mayor parte del electorado se tragara un producto como Maurizio Macrí, existió “Plataforma 2012”.
El tema central es la disputa por el poder en el campo de batalla cultural, la disputa por el relato de poder. Una disputa que de manera bastante idiota se pretende reducir a los K. versus los Anti K. Los “anti” no parecen darse por enterados de lo mal que nos ha ido en este país con los “anti” que los precedieron, los “anti-peronistas”, los “anti-comunistas”. Pero en fin, el gorilaje es incorregible (como diría don Jorge Luis Borges). La cosa es que nuestro tema central es la disputa por el poder en el campo de batalla cultural; y “Plataforma 2012” es un movimiento lanzado por personajes de la cultura (artistas e intelectuales) desencantados del proyecto nacional y popular para pelear el relato K. Esta descripción de “Plataforma 2012”, corresponde al diario Perfil, que publica la noticia en la sección “Política”[26].
Con la siguiente terminología lo explican: “la Plataforma 2012 comenzó a cuestionar la hegemonía del relato intelectual filo-K”. ¿Filo K? Mierda, señores de Perfil: ¿de pura casualidad han deslizado esa expresión que con tanta facilidad puede asociarse a su forma más conocida, esto es: filo nazi? A veces creo que piensan que somos pelotudos. Otra veces, en cambio, pienso que tal vez sí, que tal vez seamos pelotudos.
“Plataforma 2012” ha venido a pelearle a “Carta Abierta el relato cultural e ideológico”. El manifiesto con el que han salido a la calle es un chiste de tan candoroso que suena por momentos. Parece la enumeración de las conclusiones obtenidas por un grupo de amigos trasnochados que han pasado la noche alrededor de la mesa de un café “resolviendo” los problemas de la Argentina. Puro esnobismo, completamente inservible. O casi. Dice —entre otras cosas— el manifiesto de “Plataforma 2012”: “Vemos crecer la lista de los asesinados. Muertes que en su repetición no dejan de asombrarnos. Muertes que van cubriendo toda nuestra geografía. Muertes que, lejos de ser inocentes, marcan un encarnizamiento represivo que no puede ser negado ni atribuido a lejanas decisiones para desresponsabilizar al gobierno central. Ahora descubrimos que desde 1994 somos un país federal, y que por lo tanto las muertes dependen de las policías provinciales, o de los caciques locales. Curiosa apelación al federalismo, cuando es el gobierno nacional el que ejerce el centralismo unitario y decide de hecho los presupuestos provinciales, el que resuelve candidaturas, impone ministros y se abraza con los gobernadores casi al mismo tiempo de ocurridos los hechos (…) Muchas de las últimas muertes están vinculadas a la carencia de tierra, y detrás de cada nombre hay una historia de vida que se remonta a la histórica lucha de los pueblos originarios contra el despojo del que han sido objeto. El proceso de concentración de la propiedad de la tierra y la soja-dependencia de los últimos ocho años son un correlato en el presente de aquel despojo, que el discurso oficial oculta (…). Quieren aparecer como actores de una gesta contra las “corporaciones”, mientras grandes corporaciones como la Barrick Gold, Cerro Vanguardia, General Motors, las cerealeras, los bancos o las petroleras —y el propio grupo Clarín, hoy señalado como la gran corporación enemiga— han recibido enormes privilegios de este gobierno (…) Quieren también aparecer como protagonistas de una histórica transformación social, mientras la brecha de la desigualdad se profundiza”.
Si quienes elaboraron este documento son intelectuales, verdaderamente tenemos que pensar que de praxis nada, pero nada de nada. Otra opción: lo escribieron durante un rapto de idiocia aguda. Otra opción: no se puede explicar. No tiene caso intentar explicarse, intentar rebatir la arenga lastimera que hemos citado. Tiene un final para la carcajada; un remate de novela de la siesta para la señora del barrio.
Pero antes. No sé por qué se me vino a la cabeza algo que leí hace poco. Dice así: “Ni remotamente este país que habitamos, al que dimos nuestros años, en el que no hundirse en la desesperanza es un esfuerzo cotidiano por no abandonar a los desesperados, por pelear por algunas cosas que aún tienen sentido, o simplemente tratar de que la esencial impiedad del poder, del verdadero poder, sea menos brutal, tuvo un político como Salvador Allende, no sólo atacado por Pinochet, por quienes finalmente lo derrocaron y diseminaron la muerte en Chile, sino también por el MIR, por esa izquierda nefasta, funcional al régimen, para la que todo es poco, para la que nada alcanza, en tanto para los reaccionarios, los matarifes, todo es excesivo, todo es demasiado. Enemigos por la escasez de las conquistas, enemigos otros por la sobreabundancia subversiva, terminan por coincidir. No sólo Pinochet liquidó a Allende. El MIR contribuyó a debilitarlo, a quitarle las bases negándole su apoyo. Pinochet, por fin, los mató a todos. A los allendistas y a los del MIR. Triste historia. La izquierda debería aprender de ella[27]”.
Juzguen ustedes mismos por qué se me habrá venido este texto a la cabeza.
Si algún malintencionado insinúa que he cometido el disparate de llamar a Sarlo (o Caparrós o Demarco o alguno de los adherentes a la plataforma) izquierdista; si algún malintencionado me imputa ese disparate, le contesto ya mismo: no sea pavote, déjese de joder. Esto no se lee así. No es ese el paralelo que hice; en efecto: no tracé ningún paralelo. Tampoco me interesa desprestigiar o prontuarizar a nadie. Pero no conviene en estos tiempos, si se pretende ser honesto, dejar de decir lo que se piensa.
No digo que ninguno de los que no piensan como yo sean «malos» o que estén «equivocados»; sólo digo que trabajo activamente, apasionadamente si es necesario, siempre dentro de la ley, para que sus candidatos, sus ideas no ganen: y si ganan, para que concluidos los plazos de ley, se vayan. En el medio, si ganan, bueno, me atendré a lo que ustedes decidan. Como nos hemos atenido todos los argentinos durante los 90, durante el menemato y el delarruazgo. Al fin y al cabo, no nos queda otra que dar la lucha en las urnas: las urnas deciden.
Aquí no he tratado de izquierdista bobo a nadie; sólo he dicho que la candorosa proclama de “Plataforma 2012” (que suena a reclamo de víctimas de algún régimen orwelliano tipo 1984) me hizo pensar de inmediato en ese fragmento del libro de Feinmann. Sí, ya sé: Feinmann es el filósofo K. Otra pelotudez más.
La noticia del lanzamiento de “Plataforma 2012” para disputarle el relato a “Carta Abierta” pone en evidencia la importante del tema alrededor del cual surge el decreto 1880/11 y por eso, para conectar nuestro tema de interés con una serie de cuestiones cotidianas que tienen todo que ver con él, es que hemos llamado la atención sobre “Plataforma 2012”. Creo que la importancia de la cuestión ya no puede ser puesta en duda.
En una nota publicada recientemente en Tribuna de Periodistas: Periodismo Independiente (www.periodicotribuna.com.ar) Néstor Genta escribe lo siguiente: “La creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego deja nuevamente al descubierto la falacia de una historia neutra y objetiva. Por eso, los historiadores y los que escriben sobre ella son parciales, subjetivos e ideológicos. Por eso, tanta bulla. Por eso, tanta bronca. Por eso, las críticas de: Mirta Zaida Lobato, Hilda Sábato, Juan Suriano, Luis Alberto Romero, María Sáenz Quesada y Beatriz Sarlo, entre otros. Por eso, el diario mitrista y anti K La Nación quiso saber por qué historiadores de la talla de Tulio Halperín Donghi o Norberto Galasso no fueron convocados. ¿Desde cuándo el diario mitrista valora a un antimitrista acérrimo como Galasso? Por eso, el diario Libre y anti K titula Galasso le responde al revisionismo K. Por eso, el diario K Tiempo Argentino permite que Galasso explique por qué no forma parte del nuevo instituto e inaugura el próximo viernes 16 de diciembre el Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales Felipe Varela que adhiere a una línea de interpretación histórica que calificamos de federal-provinciana, latinoamericana o socialista nacional[28]”.
La gente de “Plataforma 2012” a poco menos de un mes de su lanzamiento ya tiene su culebrón. Según dice Perfil, Guillermo Saccomano ya abandonó la plataforma y lo hizo con críticas a Beatriz Sarlo. Saccomano presentó su renuncia con una carta dirigida a Beatriz Sarlo, titulada: Con vos no, Beatriz. Dice Perfil: “El intelectual [Saccomano] reconoció haber quedado indignado y estupefacto al leer en La Nación que se adjudicaba la maternalidad de la misma (por el grupo) concediéndose el rol de referente”. Saccomanno continua: “De haber estado al tanto de que la errática Sarlo quiere adquirir protagonismo mediático arrogándose esta Plataforma en el diario ideólogo de los genocidios nacionales, sin duda muchos no habríamos participado de esta movida cuyos objetivos son antagónicos con el de esta escriba y vocera del poder”. No lo digo yo. Que conste. Lo dice un “Plataforma 2012”. Perdón: un ex “Plataforma 2012”. Saccomano le da el remate perfecto: “Al mismo tiempo, sostuvo que la ensayista ‘encarna la figura del autoritarismo y oportunismo intelectual’ y ratificó: ‘En consecuencia varios de los que adherimos a Plataforma estamos retirando nuestra firma. Seguí jugando solita, Beatriz[29]’”
Nueve – El decreto 1880/11
El Decreto 1880/11. Justo ese número, 1880, con todo lo que significa.
Publicado el 21.11.11 en el Boletín Oficial, en sus considerandos el Decreto dice que la finalidad del INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTORICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO “MANUEL DORREGO” será estudiar, investigar y difundir la vida y la obra de personalidades y circunstancias destacadas de nuestra historia que no han recibido el reconocimiento adecuado en un ámbito institucional de carácter académico, acorde con las rigurosas exigencias del saber científico. Que se ha elegido la figura del Gobernador Manuel DORREGO como símbolo de esta iniciativa por ser un prócer caracterizado por su patriotismo, coraje y clarividencia que lo llevaron a destacarse como pocos en las luchas de nuestra Independencia. Abogó por la organización federal de nuestra Patria y representó los intereses de los sectores populares, como quedó demostrado durante su corta gestión como Gobernador de Buenos Aires. Su trágico final y las sangrientas consecuencias posteriores son un llamado a desterrar la intolerancia y la violencia de las prácticas políticas. Por su parte, su impronta iberoamericana se reflejó en sus vínculos con Simón Bolívar, como así también, en sus esfuerzos para impedir la anexión de la Banda Oriental del Uruguay al Brasil.
Que el INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTORICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO “MANUEL DORREGO” no se abocará en exclusividad a la figura del mártir de Navarro sino a la reivindicación de todas y todos aquellos que, como él, defendieron el ideario nacional y popular ante el embate liberal y extranjerizante de quienes han sido, desde el principio de nuestra historia, sus adversarios, y que, en pro de sus intereses han pretendido oscurecerlos y relegarlos de la memoria colectiva del pueblo argentino.
Que, asimismo, prestará especial atención a la reivindicación de la participación femenina.
Que, por otro lado, reivindicará la importancia protagónica de los sectores populares, devaluada por el criterio de que los hechos sucedían sólo por decisión de los “grandes hombres”.
Luego brinda un catálogo —ejemplificativo— de los mayores exponentes del ideario nacional, popular, federalista e iberoamericano: José de SAN MARTIN, Martín GÜEMES, José Gervasio ARTIGAS, Estanislao LOPEZ, Francisco RAMIREZ, Angel Vicente Chacho PEÑALOZA, Felipe VARELA, Facundo QUIROGA, Juan Manuel de ROSAS, Juan Bautista BUSTOS, Hipólito YRIGOYEN, Juan Domingo PERON y Eva DUARTE de PERON, entre otros. A nivel iberoamericano se cuentan las figuras de Simón BOLIVAR, Bernardo O’HIGGINS, el mariscal Antonio José de SUCRE, Miguel Gregorio Antonio Ignacio HIDALGO, José MARTI, Manuel UGARTE, José VASCONCELOS, Rufino BLANCO FOMBONA, Augusto SANDINO, Luis Alberto HERRERA y Víctor Raúl HAYA DE LA TORRE.
Y es claro el decreto en cuanto explicita que el Instituto estimulará y promocionará la actividad de historiadores, ensayistas y pensadores abocados a la investigación y divulgación de la historia revisionista. Y acto seguido el artículo 8 de la parte resolutiva del decreto designa las autoridades del Instituto: su presidente es Mario Ernesto Pacho O’Donnell.
Digamos algo sobre este cúmulo de datos, de información. Primero lo último: algo sobre el primer presidente del instituto de historia revisionista Dorrego: don Pacho O’Donnell. Para buena parte de los entendidos combatientes del terreno donde se combate por el delineamiento del relato histórico, don Pacho es admirador del principal historiador del campo antinacional (y numen secreto de quienes ahora atacan al Instituto Dorrego), el General Bartolomé Mitre[30]. En efecto, apenas estrenado en su nuevo cargo, el Dr. O’Donnell consideró, en el diario La Nación, que la figura del General Bartolomé Mitre era “maravillosa”, y posteriormente reiteró esa opinión por múltiples medios de comunicación. Aprovechó la misma ocasión para destacar como un rasgo positivo de la institución que presidía el hecho de que contuviera partidarios de las ideas de la Izquierda Nacional, pero solo si eran peronistas. Seguramente esto último explica que el decreto de su creación excluyera historiadores y divulgadores de la talla de, por no dar sino tres ejemplos, León Pomer, Roberto Ferrero y Norberto Galasso. Esta ausencia no puede suplantarse con invitaciones a incorporarse, posteriormente, como miembros de número[31]. Y el comunicado del partido de izquierda nacional remata, contundente: “La filiación historiográfica del Dr. O’Donnell es particularmente incompatible con una de las obligaciones del Instituto que preside, el otorgamiento del premio ‘Jorge Abelardo Ramos’. Toda la obra de Ramos está plagada de invectiva y probanzas en contra de Bartolomé Mitre. De hecho, toda la obra historiográfica y política de Jorge Abelardo Ramos es un combate inclaudicable contra el mitrismo al que el Dr. O’Donnell adscribe”. Y parece bastante acertada la conclusión porque el 18.11.2010 O’Donnell escribe en La Nación (el guardaespaldas cultural de los Mitre): “Ser revisionista no supone ser antimitrista. Bartolomé Mitre fue un argentino excepcional que dirigió inmensos ejércitos, tradujo La Divina Comedia, llegó a presidente de la República. Y también escribió los fundamentos de nuestra historia al mismo tiempo que la protagonizaba. Tuvo la sensibilidad social de poner en superficie el heroísmo inconcebible de los caudillos altoperuanos, pero no pudo mantener esa objetividad al ocuparse de los caudillos federales tardíos, a quienes perseguía porque se habían constituido en un serio obstáculo para su proyecto de Organización Nacional. La historiografía que el revisionismo cuestiona se plasmó años después, en parte basada sobre sus escritos, pero sobre todo al calor de una educación patriótica, cuyo objetivo fue hacer que las masas inmigrantes incorporasen lo nacional alimentadas por una versión rígida, simplificada y conservadora de nuestra historia. Cuando se habla de historia oficial se debe hablar más de Ricardo Levene que de Mitre[32]”.
Primero: ser revisionista no supone ser antimitrista.
Segundo: Bartolomé Mitre fue un argentino excepcional.
Primero: ser revisionista supone, necesariamente, ser antimitrista; afirmar lo contrario es una ingenuidad difícil de creer: sería necesaria una asepsia cuasi quirúrgica de imposible existencia en el plano de la construcción del relato histórico. Se precisa de una justificación de muy ardua elaboración y dudosa credibilidad para decir algo así: es dar por tierra con lo que precisamente representa en nuestra historiografía el revisionismo.
Revisionismo mitrista es un oxímoron. Si no se es antimitrista se es mitrista: no hay términos medios en el campo de batalla cultural. Alguien dirá: no es una batalla, no tiene por qué serlo, basta de crispación. Pues no: chequeen quiénes son los que dicen eso, quiénes reclaman (lo que ellos llaman) equilibrio, asepsia histórica y método científico: casualmente son los mitristas, los historiadores neoliberales. Y los pavos, como Rolando Hanglin. No es este un ataque a la figura de Pacho O’Donnell: no confundirse, lo respetamos profundamente. Pero no podemos estar de acuerdo con los postulados que comentamos. El revisionismo es necesariamente antimitrista o no es revisionismo, es otra cosa.
Segundo: “Bartolomé Mitre fue un hombre excepcional” es una expresión ambigua; tramposa, si me dejan decirlo así. Me explico mejor: Bartolomé Mitre fue un hombre excepcional en la misma medida en que Jorge Rafael Videla fue un hombre excepcional en nuestra historia. O Juan Domingo Perón (para que ningún mitrista se sienta ofendido por el paralelo con el bigotudo cursillista genocida), que también fue un hombre excepcional. Excepcional significa (según el diccionario) “que se aparta de lo ordinario”. Con lo cual podríamos decir sin temor a equivocarnos que el odontólogo Barreda es un hombre excepcional. Creo que se entiende lo que quiero decir: lo digo porque la palabra “excepcional” también tiene otras cargas que no surgen de la mera descripción del significado de la palabra. Por ejemplo: cuando digo “pero qué tipo excepcional este Fulano” pretendo indicar la excepcionalidad como algo positivo, como algo valioso. Decir de Bartolomé Mitre que fue un hombre excepcional es, lisa y llanamente, darle la razón a los muchachos de la izquierda (los que durante 2015 llamaron, por intermedio de su intelectualidad más encumbrada, a votar en blanco porque daba todo lo mismo) cuando dicen que O’Donnell adhiere al mitrismo y que su (…) filiación historiográfica (…) es particularmente incompatible con una de las obligaciones del Instituto que preside, el otorgamiento del premio “Jorge Abelardo Ramos”.
Diez – Epílogo. Gran Mono
Claudio Chaves, profesor de Historia y licenciado en Gestión Educativa. Director de Escuela Secundaria de Adultos. Autor de El Perón liberal, El retroprogresismo, Un liberalismo criollo de Perón a Menem y La gestión escolar en tiempos de libertad. Además, es autor de las obras de teatro Cartas de amor a la Patria y Hombres de casaca negra. Columnista —también— de Infobae, lo que Babasónicos llamaría un tipo «con una visión muy particular» celebró la disolución del Instituto Dorrego en estos términos: “En una feliz decisión, el ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, decidió cerrar ese engendro ideológico denominado Instituto Dorrego con el contundente argumento de que no corresponde al Estado tomar partido por una corriente historiográfica. ¡Felicitaciones! ¡Bien hecho!”. Luego suelta una retahíla de idioteces, a la altura de la categórica expresión condenatoria «contundente argumento» (la pobreza argumental del decreto de Avelluto y sus compinches de andanzas ya la hemos referido más arriba). Entre las imbecilidades que expresa Chávez, maliciosamente pretende identificar al revisionismo con el «revisionismo nacionalista de Derecha», una entre las varias posibilidades que presenta el abordaje revisionista. Se hace el tonto Chávez (porque no podemos creer que desconozca esto) y afirma lo que afirma con ligereza.
No vamos a adjetivar a Chávez, pero aquí algunas de las cosas que escribe este profeta del amor y el cambio (y la historia neutra, sí claro):
«El peronismo ha sido derrotado, afirman voces oficiosas. ¿Qué peronismo? El populismo retrocede en todos los frentes, aseguran otros. ¿Qué populismo? Lo que ha sido vencido es el kirchnerismo y el que retrocede en todos los frentes es su sucedáneo: el progresismo». (La tercera derrota).
«Algo raro y atípico está ocurriendo en estas elecciones, las que se celebrarán el 22 de noviembre. Lo inusual y peregrino, pues nunca pasó con el peronismo, es la gigantesca movilización intelectual a favor del candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli. Declaraciones, solicitadas, manifiestos, ensayos escritos a las apuradas de ciudadanos “bien pensantes” nos alertan sobre los terribles males que acarrearía el triunfo de Macri para el país y el pueblo trabajador. Esta “intelligentzia”, al decir de Arturo Jauretche (intelectuales desconectados de las necesidades del pueblo), que se arroga la centralidad del saber, nos previene acerca del posible triunfo de la derecha. Rectores de universidades, actores, intelectuales destacados de las ciencias sociales y de las otras. Sindicatos docentes, agrupaciones de profesionales y de estudiantes universitarios, profesores secundarios, maestras, sicólogos, politicólogos, periodistas, bandas de rock o pop y una larga fila de pensadores “comprometidos con la lucha popular” emulan, sospecho que sin saberlo, la infinidad de manifiestos que sus antecesores “culturosos” redactaron para impedir el triunfo de Domingo Perón en 1946.» (Intelectualidad y política:¿el FpV con los libros y el PRO con las alpargatas?)
O esto otro por ejemplo:
«A veces la historia se abre camino lentamente. Y otras veces avanza a pasos de gigante. Lo único cierto y firme es que la dirección no muda: ¡para allá vamos! Puede alterarse, sí, la velocidad de esta marcha, más rápido o más lento y eso depende de la voluntad de los pueblos. Aplicando la idea a la actualidad argentina, lo que está claro es que marchamos al velatorio del kirchnerismo. Desconocemos la velocidad del cortejo. Si gana Mauricio Macri, se extingue en poco tiempo. Si gana Daniel Scioli, será a largo plazo. Pero la muerte es inexorable.
La desaparición del kirchnerismo posibilitará el surgimiento de un peronismo remixado. Peronismo que hoy se encuentra secuestrado por el Gobierno nacional, inerte y en estado de coma». (Los tiempos de la historia).
Desaparición. Secuestro. ¿Entiende usted ahora por qué era tan urgente avanzar sobre el Dorrego? ¿Entiende usted por qué simbólicamente es un mensaje claro y poderoso sobre lo que se cierne sobre nosotros?
¿Entendió usted por qué no es lo mismo, no da lo mismo el monopolio del relato histórico en manos de la libertad del Mercado?
Si usted no lo entendió, usted debe ir urgente a inflar globos.
Sople. Sople. Y siga soplando.
O vaya y escuche a Chávez, lea esa pocilga periodística llamada Infobae o siga mirando televisión como un zombi: capaz hasta tiene suerte y lo engancha a este tal Chávez (intelectual —¿?— duhaldista) y se desayuna con que «en el roquismo anidaba, también, la moderna idea de educar para el trabajo» y que los argentinos «esperamos un nuevo Roca[33]».
Acaso el nuevo Roca, haya llegado.
Por eso: después, más adelante, si quiere y si así lo prefieren adaptamos nuestro lenguaje a la <<Academia>> y nos ponemos correctos y <<dialoguistas>>. Ahora no es el momento. La Historia nos exige otra moral.
[1] Breve historia de los argentinos, Félix Luna, Booket, p.156
[2] Los Mitos Vol.2, Felipe Pigna, Booket, p. 294.
[3] http://www.lanacion.com.ar/1429933-la-batalla-cultural-ha-llegado-hasta-la-historia-argentina
[4] Hernán Brienza, http://periovista.com.ar/2011/11/en-defensa-del-instituto-de-revisionismo-historico/
[5] Ana Lía Payro.
[6] Aun a riesgo de extendernos creemos importante una lectura completa y atenta de esta nota al pie. Se trata de una noticia publicada por La Nación: “Dura crítica de Biolcati al Gobierno en la inauguración de la Rural”. “El campo argentino dejó de ser la mansa vaca lechera que se deja ordeñar”, aseguró el presidente de la SRA; mencionó “la ineficiencia y las políticas equivocadas” y aseguró: “Intentamos continuar el diálogo, pero necesitamos cultivar la confianza” (sábado 1° de agosto de 2009). Con duras críticas al Gobierno, el presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Hugo Luis Biolcati, inauguró oficialmente la 123° edición de la Exposición de Ganadería, Agricultura e Industria Internacional, en el predio ferial de Palermo.
Biolcati empezó su discurso con una cita del Martín Fierro: “Olvidar lo malo también es tener memoria”. Recordó la exposición del año pasado, cuando “se escuchaban las voces de millones de argentinos que se sentían protagonistas del destino de la patria”.
”La patria nos da el ser, nos da una pauta para delinear el presente y diseñar el futuro. Pienso en Manuel Belgrano, José San Martín, Domingo Sarmiento; hombres que le dieron a la patria todo, sin pedirle nada. Hombres que fundaron esta nación sin necesitar superpoderes, que murieron sin tener que presentar declaraciones juradas. Pienso en ellos y me avergüenzo. Qué profunda autocrítica debemos hacer los hombres y las instituciones”, sostuvo.
“El campo protesta, pero propone. Cuando el campo dice patria está diciendo federalismo, pueblos que progresan, familias que mejoran su calidad de vida. Cuando el campo dice patria piensa en el magnífico granero del mundo. En la Argentina celebraremos el bicentenario importando carne, trigo y leche”, aseguró.
El titular de la SRA destacó la unidad del sector rural y felicitó a Carlos Garetto, de Coninagro; Eduardo Buzzi, de Federación Agraria; y Mario Llambías, de Confederaciones Rurales. “Cuando hay un ideal superior, las diferencias se subordinan al interés común, que es nada menos que la grandeza de la patria”, sostuvo.
La 125. “Cuántas cosas pasaron este año, desde aquella madrugada del 17 de julio en que el tablero del Senado dijo NO… Empezaba el tiempo de la acción y la propuesta”, aseguró.
Hizo hincapié en lo que pasó durante el último año. “Fue el despertar de una conciencia cívica y se descubrió que entre todos era posible transformar el país en una nación representativa, republicana y auténticamente federal”, sostuvo.
“Cuántas cosas pasaron… una de las peores sequías, la crisis, epidemias predecibles e impredecibles, y un predador insaciable, el Estado”, manifestó.
Biolcati no ahorró críticas al Gobierno. “Un predador insaciable, el Estado, que lejos de comenzar a diseñar una política agropecuaria coherente, fue insensible ante el drama de muchos productores”, sostuvo.
“El campo fue protagonista de estas elecciones, participando con candidatos y propuestas. El 28 de junio la gente votó por esas propuestas. 12 millones de argentinos dejaron un mensaje claro; y esto es histórico”, arengó.
“El campo está cansado de ser la mansa vaca lechera que se deja ordeñar para cubrir el costo de la ineficiencia y de las políticas equivocadas. Intentamos continuar el diálogo, pero necesitamos cultivar la confianza”, criticó. (http://www.lanacion.com.ar/1157443-dura-critica-de-biolcati-al-gobierno-en-la-inauguracion-de-la-rural)
Aquél discurso fue el último de Biolcati al frente de la SRA, aunque no expresa a Biolcati per se sino la continuidad de una línea de pensamiento que se ha mantenido inmodificable desde que los «hacendados porteños» (retomamos aquí terminología común, aunque la categorización de esta inmensa minoría amerita mayor desagregado analítico) se hicieron del control de los destinos del país por intermedio de su dictatorial personero, don Juan Manuel de Rosas (y al decir esto, en esta nota al pie, queda claro que el suscripto no comparte ni compartió enteramente la visión del Instituto Dorrego sobre —por ejemplo— El Restaurador de las Leyes). El documento es riquísimo en referencias a superestructurales culturales, por lo que vale reproducirlo íntegro.
[7] Jorge Abelardo Ramos.
[8] El Gobierno Nacional dispuso, con la misma matriz autoritaria que cuando fue intervenido, dar fin al instituto “en nombre del pluralismo”. Por Víctor Ramos (*) | 31/12/2015 | En nombre de “mayor pluralidad” el presidente Mauricio Macri dispuso cerrar el Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego. “Los propósitos con que fue creado chocan con cualquier idea plural y democrática de la historia”, dice el ministro de Cultura Pablo Avelluto. “Lo cerramos en nombre del pluralismo porque es una mirada, no una mirada plural”, concluyó.
En esas palabras descubrimos la semilla del autoritarismo y de la visión única que dicen combatir. El Dorrego tiene la particularidad de darle voz a los pensadores excluidos por la historiografía oficial. No es pluralista, ni pretende serlo. Tampoco es pluralista el Instituto Nacional Yrigoyeniano o el Rosas; tampoco lo es el museo Sarmiento, ni el Sanmartiniano, ni el Mitre, ni el Belgraniano. Los investigadores que trabajan en ellos tienen las miradas parciales o partidarias de sus inspiradores. ¿No se le ocurrirá a Mauricio Macri cerrar el Mitre o el Sarmiento que también son una mirada?
El Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego viene a dar luz a de las visiones de nuestra historia que se mantenía oculta. La mirada de los pensadores Arturo Jauretche, José María Rosa, Jorge Abelardo Ramos, Raúl Scalabrini Ortiz, Fermín Chávez, Juan José Hernández Arregui, Jorge Eneas Spilimbergo, Alberto Methol Ferré, Manuel Ugarte, entre otros.
Los miembros del Dorrego nunca nos planteamos una mirada plural, de la misma manera que los investigadores del museo Mitre tampoco. Sería soberbio pensar que el pensamiento de uno, es el de todos. El cierre del Instituto Dorrego en nombre del pluralismo es un disparate. Es como si se cerrara el Instituto que lleva el nombre de Hipólito Yrigoyen porque no es plural. La pluralidad del Estado se determina respetando todas las voces y miradas. ¡El pluralismo se encuentra en la diversidad de institutos!
En un momento creí que volvía el diálogo que anunciaba Pablo Avelluto. Pero por ahora en el ministerio de cultura asumieron con la misma metodología de La Cámpora. No hay diálogo. Lo único que se ha respetado en el Ministerio de Cultura de la Nación es a los “comisarios políticos” anteriores, ahora al servicio del poder de turno. Los obsecuentes, siempre lo serán.
Las crisis internas del Dorrego son muestra de su vitalidad. No es letra muerta como el mitrismo porteño en el que se inspiran algunos funcionarios de la actual gestión. Nuevamente los “malditos” de la historia revisionista son prescriptos por el Estado. El Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego continuará de todas formas, sin presupuesto, ni empleados. No se cierra por decreto el pensamiento. Seguiremos en otro local y con los investigadores que quieran seguir trabajando para la difusión del pensamiento nacional, federal y latinoamericano.
Por mi parte me encontraba en uso de licencia a la presidencia del Instituto, al tiempo que éste se encontraba intervenido por disposición del ex Jefe de Gabinete Aníbal Fernández. Como vemos la idea de “intervenir” o “cerrar” ideas es de la misma matriz autoritaria. Ahora sin presiones de este gobierno o del anterior, retomo la titularidad del Instituto Dorrego para dejar como siempre que fluyan las ideas nacionales que pretenden silenciarse. http://www.perfil.com/politica/Cierran-el-Instituto-Nacional-de-Revisionismo-Historico-Manuel-Dorrego-20151231-0038.html
[9] Texto Completo Decreto 269/15: Bs. As., 29/12/2015 VISTO lo dispuesto por el Decreto N° 1880 del 17 de noviembre de 2011 y la Resolución del MINISTERIO DE CULTURA N° 327 del 12 de febrero de 2015 y su complementario, y CONSIDERANDO: Que, el accionar de las instituciones científicas y académicas reconocidas por el Estado e incorporadas dentro de los sistemas nacionales de evaluación la producción historiográfica, debe realizarse en el marco de la más absoluta pluralidad ideológica. Que, a la par, no es función del Estado promover una visión única de la historia ni reivindicar corriente historiográfica alguna sino, por el contrario, generar las condiciones para el ejercicio libre e independiente de la investigación sobre el pasado. Que, asimismo, el Gobierno Nacional ha emprendido una labor sistemática de reforma y modernización del Sector Público Nacional. Que en ese orden de ideas resulta procedente contemplar la disolución del INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTÓRICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO MANUEL DORREGO, creado a través del Decreto N° 1880 del 17 de noviembre de 2011, así como disponer la correspondiente transferencia de la totalidad de los recursos a él asignados, y el cese del señor interventor del mencionado ente, conforme lo dispuesto por la Resolución del MINISTERIO DE CULTURA N° 327 del 12 de febrero de 2015 y su complementario. Que ha tomado la intervención que le compete la SECRETARÍA LEGAL Y TÉCNICA de la PRESIDENCIA DE LA NACIÓN. Que la presente medida se dicta en función de las atribuciones conferidas por el Artículo 99, inciso 1) de la CONSTITUCION NACIONAL. Por ello, EL PRESIDENTE DE LA NACION ARGENTINA DECRETA: Artículo 1. – Disuélvase el INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTÓRICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO MANUEL DORREGO. Artículo 2. – Transfiérase al MINISTERIO DE CULTURA los recursos humanos, materiales y financieros del INSTITUTO NACIONAL DE REVISIONISMO HISTÓRICO ARGENTINO E IBEROAMERICANO MANUEL DORREGO. Artículo 3. – Dispónese el cese en sus funciones a partir de la publicación del presente Decreto, del señor Interventor del ente disuelto por el Artículo 1° de la presente medida. Artículo 4. – Comuníquese, publíquese, dése a la DIRECCIÓN NACIONAL DEL REGISTRO OFICIAL y archívese. – MACRI. – Marcos Peña. – Alejandro P. Avelluto.
[10] Una curiosidad: por una función y cargo mucho menos rimbombante, en nuestro país destrozaron a Ricardo Forster.
[11] María Sáenz Quesada (historiadora radical, como Félix Luna.
[12] http://www.lanacion.com.ar/212260-maria-saenz-quesada
[13] http://edant.clarin.com/diario/1998/04/21/e-03901d.htm
[14] http://www.lanacion.com.ar/212260-maria-saenz-quesada
[15] Sobre la señora bien, doña Marica Sánchez, permítasenos decir lo siguiente: «La posición adoptada por los americanos de aquélla época frente a Gran Bretaña dista de ser uniforme. Los sectores populares manifiestan una contundente hostilidad y son ellos –junto a los comerciantes liderados por Álzaga, en su condición de monopolistas y tradicionalistas- los que frustran el intento colonialista. Pero otros sectores sociales no expresan tal repudio, sino que evidencian el germen de una mentalidad probritánica que luego irá consolidándose a través de nuestra historia. Así, por ejemplo, se evidencia un mentalidad colonial en una de las principales damas de la ciudad, Ana María de Todos los Santos Sánchez de Velazco y Trillo, luego de Thompson y finalmente de Mendeville —Mariquita, para la clase alta—, quien [refiriéndose a las invasiones inglesas] vierte estos juicios en sus memorias, al referirse a los ejércitos en pugna: “nuestra gente del campo no es linda, es fuerte y robusta, pero negra. Las cabezas como un redondel, sucios; unos con chaqueta, otros sin ella; unos sombreritos chiquitos encima de un pañuelo, atada en la cabeza. Cada uno de un color, unos amarillos, otros punzó; todos rotos, en caballos sucios, mal cuidados; todo lo más miserable y feo. Las armas sucias, imposible dar ahora una idea de estas tropas […] [En cambio], el regimiento […] mandado por el Gral.Pack, las más lindas tropas que se podían ver, el uniforme más poético, botines de cintas punzó cruzadas, una parte de la pierna desnuda, una pollerita corta, gorras de una tercia de alto, toda formada de plumas negras y una cinta escocesa que formaba el cintillo; un chal escocés como banda, sobre una casaquita corta punzó. Este lindo uniforme, sobre la más bella juventud, sobre caras de nieve, la limpieza de estas tropas admirables, ¡qué contraste tan grande!”. Por supuesto, visto el enfrentamiento con ojos europeos, la conclusión de Mariquita no puede ser otra que esta: “Al verlas [a las tropas criollas], dije a una persona de mi intimidad; si no se asustan los ingleses de ver esto, no hay esperanza”. El desprecio por su pueblo le será reconocido por la Historia Oficial que la rotula “dama patricia” y aún en esta época, la revista viva de Clarín, en un artículo de Elsa Ducaroff titulado “La Pasión de Mariquita”, la caracteriza por su “fervor revolucionario”». (Historia de la Argentina, Tomo 1, páginas 122/123, Norberto Galasso, editorial Colihue)
[16] http://www.lanacion.com.ar/1235733-maria-saenz-quesada-la-clase-politica-argentina-esta-en-franca-decadencia
[17] http://www.lanacion.com.ar/1235733-maria-saenz-quesada-la-clase-politica-argentina-esta-en-franca-decadencia
[18] http://www.lanacion.com.ar/1260090-en-1910-habia-optimismo-satisfaccion-y-mucha-autoestima
[19] http://www.lanacion.com.ar/1427023-polemico-instituto-de-revision-de-la-historia
[20] http://www.lanacion.com.ar/1214137-la-historia-ya-debe-ocuparse-de-los-anos-70
[21] http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-184316-2011-12-28.html
[22] Peronismo: filosofía política de una persistencia argentina, Tomo 2, José Pablo Feinmann, ed. Planeta, p.41/42, año 2011.
[23] http://www.clarin.com/mundo/Pinera-elimino-historia-palabra-dictadura_0_622137856.html
[24] http://www.perfil.com/contenidos/2012/01/05/noticia_0015.html
[25] http://www.lanacion.cl/pinera-y-su-acalorado-apoyo-a-pinochet-en-1998/noticias/2009-12-10/141341.html
[26] http://www.perfil.com/contenidos/2012/01/05/noticia_0006.html
[27] Peronismo: filosofía política de una persistencia argentina, Tomo 2, José Pablo Feinmann, ed. Planeta, p.41/42, año 2011
[28] http://www.periodicotribuna.com.ar/10258-desmenuzando-al-instituto-de-revisionismo-historico-que-impulsa-el-gobierno.html
[29] http://www.perfil.com/contenidos/2012/01/06/noticia_0010.html
[30] http://patriaypueblo-izquierdanacional.blogspot.com/2011/12/instituto-manuel-dorrego-patria-y.html
[31] http://patriaypueblo-izquierdanacional.blogspot.com/2011/12/instituto-manuel-dorrego-patria-y.html
[32] Una epopeya largamente ocultada, Pacho O’Donnell / Para La Nación – http://www.lanacion.com.ar/1325770-una-epopeya-largamente-ocultada
[33] La presidencia de Roca fue un punto de inflexión en la historia del país. Culminaron setenta años de enfrentamientos entre las provincias y Buenos Aires para dar inicio a un nuevo ciclo, donde la unidad nacional consolidada abrió un período de armonía y paz. Llegó al poder luego de una cruenta lucha contra el exclusivismo porteño, pero en la presidencia fue un hombre de consensos. Su mensaje: “en política no se debe herir inútilmente a nadie, ni lanzar palabras irreparables, porque uno no sabe si el enemigo con quien hoy se combate será un amigo mañana”, debería iluminar la conducta de quien aspire a la presidencia en el 2015.
Exitoso estratega puso fin a uno de los problemas más graves de aquellos años: el malón. La inseguridad azotaba al país pues los ataques indígenas sobre propiedades rurales y ciudades para alzarse con ganado y mujeres tenían en vilo a la sociedad. La Campaña acabó con el grave problema de ausencia del Estado en esas tierras ubérrimas y cortó de plano las ambiciones de Chile, con quien inmediatamente cerró los primeros acuerdos fronterizos. Los indígenas que aceptaron la nueva situación ingresaron con cargo y sueldo al Ejército Nacional y sus hijos a las escuelas salesianas.
Hoy como ayer la seguridad vuelve a ser el problema más grave; el nuevo Roca deberá acabar con la delincuencia mediante la acción, el empleo y la escuela. Como presidente brilló por sus dotes de caudillo político, jefe de la primera formación partidaria moderna: el Partido Autonomista Nacional, síntesis de nuestra lucha al asumir la representación de las masas desheredadas del interior y de la élite culta. Y esto es una buena clave para el futuro argentino: hallar un político capaz de curar las heridas abiertas por el actual gobierno que irresponsablemente alentó y fomentó viejos odios sociales.
En materia educativa, la ley 1420 fue un mojón de civilización alcanzando una exitosa alfabetización a los pocos años.
En el roquismo anidaba, también, la moderna idea de educar para el trabajo. Estas son algunas reflexiones mientras esperamos un nuevo Roca. http://www.clarin.com/opinion/Roca-modelo-estadista-necesitamos_0_1223277751.html