¿¿¿ Qué es la Literatura Tropical??? ¿¿¿ Sirve para algo ???

Ensayo - Ficción AL00Para responder, deberíamos empezar por indicar el giro que se produce en la Teoría Literaria a finales de la década del ochenta del Siglo XX, giro que viene a romper con el concepto de «mímesis» aristotélica, en el cual se basaba toda la tradición occidental desde hacía 2.300 años. Aristóteles dice en su Poética que las artes se diferencian según el modo en que imitan la realidad, que la imitación de la realidad provoca un placer no relacionado con lo agradable sino con el saber, y que esta imitación de la realidad era la que movilizaba la creación del espíritu humano. Hasta el nuevo esquema al que refiero, así pensábamos la ficción a lo largo de la Historia. Pero los trabajos en los 80 de los autores llamados «constructivistas» de la Teoría Literaria, fundamentaron para siempre que los textos de la literatura tienen un estatuto ontológico propio, y por lo tanto no son un concepto derivado o una copia o una mimetización de la realidad. Para los constructivistas, las aseveraciones de verdad que figuran en el texto de ficción, no deben medirse con el afuera de la realidad, sino que el concepto de “verdad literaria” debe construirse a partir de una coherencia interna de la propia narrativa. El texto como gran signo o policódigo, sin necesidad de un metadiscurso. Esta posición representó verdaderamente todo un giro en los años ochenta (sobre todo con la obra de Lubomír Doležel), ya que con ella, se rompía con siglos y siglos de servidumbre de la literatura con el mundo real, brindando, de esta manera, el marco teórico para una literatura que ha sido dada a llamarse: literatura «anti-mimética». Pues bien, queda la vista de todos nosotros que este giro no se hizo esperar en la literatura chaqueña a juzgar por la naturaleza de la potencia de la Literatura Tropical que nos presentan Fernando Funes y Alberto Litter.

cropped-16647300b64c37cfde74abcb69e3b130ed834f0e.pngDESCARGA completa del ensayo-ficción.

La Literatura Tropical, reconstruye la historia del arte y la política contemporánea del Chaco, utilizando los principios de una literatura anti-mimética radical. El contraste que se genera al narrar por medios que son anti-miméticos la reconstrucción de una realidad histórica, con toda su brutalidad y sus bastardías, genera una estética del desenfado característica, con la cual, los autores logran mostrarnos el núcleo de constitución claramente bizarro y hasta lisérgico de la historia del territorio chaqueño. Para estos efectos, la Literatura Tropical se sirve de datos históricos y figuras reales del poder actual, junto con la referencia y adjetivación constante de la simbología geográfica tradicional del subtrópico, que son puestos a funcionar en la trama a través de un despliegue de recursos y artificios estilísticos y efectos multimedia que van, de la literatura fantástica, el cine gore o splatter, el film noir, el periodismo gonzo, el humor negro, la parodia, la telenovela latina, la pornografía, la música harshnoise, industrial, dub electrónico y cumbia sonidera, el neobarroquismo, al teatro de la crueldad y hasta el más extremo arte surrealista del horror. Esta diversidad de géneros y estilos, en todo momento genera en la narrativa una interrupción o deformidad de los datos que pertenecen a la realidad histórica, hasta llegar a un punto en el que el juego de los recursos sobre sí mismos termina por sustituir la sucesión de lo real. De la tradición argentina, la Literatura Tropical sigue la línea de Copi, Lamborghini, Aira; todos escritores de índole anti-miméticas. Teatro de estilos, de la mezcla, del remix y la moda, la Literatura Tropical nos lleva en su construcción a un mundo de rapidez vertiginosa y estupor, en el que los protagonistas y los hechos de nuestra historia se encuentran, por así decirlo, suspendidos en una especie de limbo psicodélico entre la realidad y la ficción provocado por el juego de los recursos.

Este particular universo ficcional, comprende una serie de novelas escritas a cuatro manos por Fernando Funes, el escritor fracasado, y el escritor visceral DJ Sultán del Horror, Alberto Litter, ambos hipóstasis de Alfredo Germignani y Guido Moussa: “Trilogía de la Bronca” [novelas]: Ciudad Espectral, Ladrón de Cadáveres y Autobiografía apócrifa de Fernando Funes; “Trilogía de la Música” [novelas]: Rock, Electrónica y Folklore; Wild Charuto [cuentos, fragmentos, poemas]; Pescado Podrido: Historia oficial de la Literatura Tropical [novela], No hay lugar para fracasados [novela], Miles de almas al diablo venderé [novela]. Y sus «artefactos literarios», reunidos en Cuentos Tropicantes [relatos], y otros laboratorios de literatura multimedia.

De las innumerables características que podrían señalarse de la Literatura Tropical, quisiera destacar una en especial. La Literatura Tropical utiliza todos los recursos literarios que existen para hacer aparecer al autor dentro de la obra. El cameo, la hipóstasis, la auto-referencia literaria, el personaje que escribe la historia del autor, y puede uno seguir listando. Pero no lo hace al estilo moderno, como cuando Flaubert dice “Madame Bovary soy yo”, aclarando el funcionamiento de la hipóstasis para que Sábato lo repita como un pelotudo; ni tampoco el cameo borgeano, destinado más bien a alcanzar la voz que surge de la imposibilidad de llevar al autor al mundo de la ficción; sino el cameo que pueda resultar dentro del realismo ilógico y el teatro de recursos que es la Literatura Tropical. César Aira como César Aira, pero también como César Aira niña, como niño-niña, como travestido, o como superhéroe. Y claro que el cameo dentro de la Literatura Tropical, sobre todo se distancia de cualquier tipo en el pasado, porque utiliza, para hacer su caricatura de nuestra sociedad, rayos láseres, zombis, androides, suspensiones fantásticas de las leyes de la física y la biología, elementos que vuelven insostenible una lectura moderna de la presencia de los autores en la trama.

Foucault basaba su noción de la Historia en que el cuerpo humano era la superficie de inscripción de los acontecimientos. La Historia se inscribe en el sistema nervioso, en los humores, en el aparato digestivo. Los chicos no son genealogistas, pero coinciden con Foucault cuando programa la genealogía de la Historia para que tenga el foco en el cuerpo y su articulación con la historia, cuando anuncia que debe mostrarnos al cuerpo totalmente impregnado de historia, y la historia, arruinando al cuerpo. Alfredo Germignani y Guido Moussa aparecen en sus textos porque su crítica destructiva parte de un desenfado que lo tienen metido en su propio cuerpo, en sus contexturas, en sus risas y en sus fachas, por ser un desenfado político. Al presentar sus cuerpos en performances de lo más extrañas, los autores quieren traducir el destrozo que sobre ellos lleva hecho la Historia. Y no sólo el destrozo sobre sus propios cuerpos. Al ir por todas y todos los personajes de la cultura y la política en ese mar de nombres disfrazados, la Literatura Tropical amplía la lectura del destrozo de los cuerpos por la Historia para todas las capas de la sociedad. De ahí que entonces, la Literatura Tropical, convierta el apocalipsis en un estado de cosas sostenido, en ontología, a la manera de la locura del Quijote o el idealismo de Borges. Son estas las razones de hacer aparecer al autor dentro del mundo de la ficción en la Literatura Tropical.

Ariel Sobko y Guido Moussa. Muestra Soy Chaqueño y Contemporáneo 2013. Casa de las Culturas. [Enlace a vídeo en la imagen]. Si se me permite la comparación, por todo esto, la Literatura Tropical se acerca al Rodolfo Walsh de Carta abierta a la Junta militar, por muy distantes que parezcan sus formas. No desde luego en sus elementos literarios, que para la Literatura Tropical son, como listamos, el cine, los efectos especiales, el género fantástico y el realismo ilógico, sino en que pone la mira en el poder, en el poder abstracto de las instituciones y el poder vulgar de los agentes de la cultura y los tecnócratas del pan del nuevo milenio, con sus platos voladores, sus edificios anti-gravitatorios y la explanada en crecimiento de los excluidos, tal como lo acusan sus truculentos «artefactos literarios».

Ahora bien, ¿he respondido, al menos en parte, lo que es la Literatura tropical?, ¿qué es la Literatura tropical?, ¿qué es?, ¿qué es?, ¿qué es?

Palmeras (1)

Cuando Funes, el escritor y periodista fracasado, me preguntó qué era la Literatura Tropical, el hijo de mil puta me apuntaba levantándome la cabeza con un chumbo en la barbilla mientras me tiraba de la cabellera y me apoyaba la pija en el culo. Veníamos de Buenos Aires, en una estupenda Ferrari Testarossa modelo 95 que Funes, el escritor y periodista fracasado –no me lo quería reconocer– le había afanado las llaves a Litter, el DJ Sultán del Horror, que en menos de dos horas iba a despertarse en su gran mansión de Chascomús con su garaje vacío. Paramos a mear en una estación de servicio en medio de Santa Fe y es ahí donde Funes me atraca con el caño para preguntarme qué era la Literatura Tropical. Traté de zafarme como pude, pero el degenerado de Funes traía unas esposas, y antes que pueda darme cuenta las tenía ajustadas a las muñecas en la espalda. Fue lo primero que hizo el astuto de Funes, ponerme las esposas, sabía perfectamente que con mis habilidades ninja iba a destrozarlo sin moverme. No sé cómo pudo ser así de astuto alguien que se dice y se muestra un escritor fracasado, pero yo con las manos esposadas en la espalda y a la merced de este enfermo, estaba verdaderamente jodido. Igual algo ya se me iba a ocurrir.

Me arrastró de los pelos hasta la Ferrari, aparcada en el playón de la estación. Unos camioneros que estaban escabiando del pico de una botella de vino El Justicialista se mofaron de mí, junto con Funes, cuando éste me metió a las patadas en el asiento del acompañante. Metió la llave en el contacto, arrancó y hundió el acelerador haciendo llamear las cubiertas.

No sabés lo que te voy a hacer, Filosobko –me gritó una vez estabilizados a 240 kilómetros por hora. Te voy a reventar, te voy hacer ver estrellas, muuuchas estrellitas orbitando en tu imagen ocular vas a tener, Filosobko. Dicho esto, me propinó varios golpes en las sienes y en la nuca utilizando la culata del chumbo, al tiempo que me preguntaba: Qué es la Literatura Tropical, qué es la Literatura Tropical, hijo de puta. Entonces me largué a llorar, a llorar como una nena. No me caracterizo por soportar el dolor, de ninguna clase, cuando sentí el primer culatazo ya me dolían todos los otros. Callate pelotudo, dejá de llorar, maricón. Yo lloraba y lloraba. Conozco perfectamente a los gusanos como vos –siguió Funes– de los que se retuercen en el piso para defenderse del golpe, dejá de llorar, y decime qué mierda es la Literatura Tropical, payaso, o te reviento a palos.

Calmé como pude mi llanto; Funes intercaló unos golpes más cuando me percibía retomar los sollozos; era un hijo de puta profesional. En un instante de recupero, recobro el aire y digo algo. ¿Queeé?, me dice Funes, aunque no me había oído. Es que no había dicho nada; es decir, había dicho algo, sí, pero no era nada. Había dicho “torpor”, y Funes no me oyó porque “torpor” no significa nada. Pero al toque repitió: ¿Torpor? ¿Eso dijiste? No te hagas el pelotudo y empezá a hablar o te la rompo en serio. Torpor, sí. ¿Y qué mierda es eso? Eso no significa nada. Claro que sí –dije yo– y es lo primero que diría si hablase sobre la Literatura Tropical. Y torpor por qué. La Literatura Tropical –empiezo como rezando– condensa en su torpor de aleph la historia de la tradición de los oprimidos. Eh… eh…, largó Funes, como interesado, como entrando en un trance epifánico.

Ahora dejó de hacer movimientos bruscos y la Ferrari se siente tan firme como si estuviéramos transitando una ruta en elevación. La historia de los oprimidos, pero también (porque es la gallina del huevo), la Literatura Tropical es la historia de los poderosos. Eh… eh…, seguí dale. Pero si nosotros estamos en una Ferrari Testarossa, y si vos sos Alfredo Germignani, no Funes, y si yo soy Ariel Sobko, no Filosobko, y reconocé, reconocé de paso te digo de una vez, ¡que las llaves se las afanaste a Litter! Eh…, eh… Entonces esta historia de los oprimidos y de los poderosos va a contarse por medios que no son los de la mímesis y la razón, ni, sobre todo, por los medios que son del canon. Eh… Y con tono de remate, agrego: Óscar Wilde postuló que la forma de la anti-mimesis es la manera en que la vida imita al arte, tanto como lo hacía al revés la mimesis en la tradición romántica… Funes dijo: no, no, no, tres veces con la cabeza, abrió la guantera del auto, sacó un cuchillo del tamaño de un falo, cerró con cuidado la puertita, y dijo esto, dijo: muy prosaico, y acto seguido me clavó con sorpresa el brillo del metal entero en la rodilla izquierda. Se podrán imaginar en la manera en la que, ahora sí, con un cuchillo enorme clavado en la rodilla, me largué de nuevo a llorar como una nena. El dolor me paralizaba la realidad, la sangre de los culetazos se mezclaba con mis lágrimas y la saliva de mi llanto ensordecedor. Sin embargo pude percibir cómo Funes detuvo la Ferrari en la banquina de manera espectacular, cómo bajó del auto, y antes de cerrar la puerta dijo: pará, pará que echo un meo, pará. Cuando regresa al auto, yo estaba prácticamente desangrado. Había subido las piernas para retardar la hemorragia fatal. ¡¿Por qué me matas Funes?! –le pregunto. Hay una conspiración en contra de los escritores tropicales, conceptualizarla es urgente porque nos van a matar a todos; vos sos el filósofo, así que vos tenés que responder. Qué tiene que ver la filosofía con estos delirios Funes, por favor. ¿Y con la teoría literaria? ¡Qué! ¿Me vas a decir que no tiene nada que ver con la teoría literaria?, y sacó el cuchillo y volvió a clavarlo un poco al costado de la primer herida también hasta el fondo. Vuelvo a gritar y a llorar mientras Funes me seguía repitiendo la pregunta. Pasa un tiempo que no puedo mensurar.

Siento olor a faso.

Funes prendió un porro, que ahora me lo pasa a la boca para que pite. Yo le doy cuatro pitadas y Funes me pega en la nuca como dándome un correctivo por vicioso. En eso ocurre algo. Funes no deja de reírse desde que me clavó de nuevo el cuchillo, busca otra cosa en la guantera, que temo pueda ser mi muerte, saca lo que parece un control remoto, a todo esto la Ferrari está todavía estacionada, y aprieta un botón. Del capot de la Ferrari sale súbitamente un Depredador, es decir, el extraterrestre de la película Depredador. Se me vienen a la cabeza las seis partes del cazador extraterrestre, las películas; pero nada concreto porque sólo vi la primera y porque tampoco conozco cuántas son. Moviéndose con un realismo incalculable se acercó a mi ventana, Funes le bajó la ventanilla y el Depredador extrajo de su brazo derecho, como en la película, toda clase de adminículos de tecnología de avanzada con los que, luego de quitarme las esposas, me volvió al estado inicial de salud antes del ataque de Funes, tras lo cual se metió al capot de nuevo como si nada.

¡Te cagaste todo, Filosobko!

Yo movía los brazos, miraba mi rodilla, me tocaba la cara, pero no daba con ningún dolor. Ahí arrancó y nos perdimos otra vez rajando a toda velocidad. No olvides la conspiración y dale –dijo Funes, el periodista y escritor fracasado– que en cualquier momento viene por nosotros DJ Sultán del Horror a vengarse porque le afanamos su estupenda Ferrari Testarossa, oh sí, oh sí Filosobko, dale, agarrá el porro, y decime, decime qué es. Qué es la Literatura Tropical.

 Resistencia, 15 de Noviembre de 2013.

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