En los bordes derretidos de una Argentina post-pop, donde la televisión se mezcla con la alucinación y los noticieros emiten en lenguas muertas, Culo Tropic Affaire irrumpe como una orgía espectral entre la farándula y la necropolítica. Valeria Fernández, ex supermodelo y ex primera dama —fetiche de una nación en colapso— flota en el centro de un escándalo viscoso que se expande como aceite caliente sobre la superficie misma del tejido social.
El país se retuerce entre conspiraciones mediáticas y liturgias digitales, mientras brotan del cielo los culos colosales: entes biomecánicos de carne bronceada y zumbido sagrado, cuya llegada inaugura la Era del Pliegue. Los barrios mutan. Los jingles gobiernan. Los templos se llenan de influencers en trance. Y Valeria, partida entre holograma y reliquia, se transforma en mito tragicómico del derrumbe nacional.
Fernando Funes —agente de inteligencia con sensibilidad decimonónica— y Alberto Litter —crítico fallido y profeta de lo suprimido— maniobran en las cloacas narrativas del Estado, reescribiendo la Historia con tinta de algoritmos y orificios. Junto a Olenka, inteligencia artificial caída en mística, y Jorge, periodista carroñero y diva poshumana, forman parte de un aquelarre disfuncional que busca descifrar el mensaje oculto en los pliegues anales del nuevo orden.
La ciudad se fragmenta en zonas erógeno-digitales. La política se convierte en una ópera de carne y glitch. El espectáculo ya no entretiene: exorciza. La realidad es un montaje de loops, simulacros y cuerpos enrevesados. Cada escándalo es un portal. Cada meme, una invocación.
Culo Tropic Affaire no es una novela. Es una invasión estética. Un salmo para tiempos lubricados. Una distopía bañada en glitter que huele a papas fritas, testosterona reciclada y perfume institucional vencido. Acá, la fama sangra. El poder se masturba. Y la verdad… la verdad es un culo flotando sobre el Obelisco, emitiendo pulsos de luz hacia un futuro imposible.
Bienvenides al Pliegue.

