La obsesión por conquistar el espacio coincide con el efecto de tierra arrasada que deja atrás la expoliación capitalista. Mientras en nuestro planeta persisten el hambre, el analfabetismo, la pobreza, la guerra, y la desigualdad, asistimos a la competencia desenfrenada por apropiarse de todo valor existente en la luna y en Marte. Como nuevas estrellas de la galaxia empresarial, Elon Musk, y Jeff Bezzos, lideran la avanzada espacial, que como tal lleva impresas sus lógicas culturales e ideológicas para dotar de sentido al novedoso escenario.
Un mundo tecno, de corazón metálico, que no repara en las injusticias, demanda un orden jerárquico —al que le sienta bien el saludo nazi de Musk—, capaz de despedir de su trabajo a miles de ciudadanos como receta para achicar el Estado, mientras sus instituciones reducen impuestos y controles sobre las ganancias extraordinarias que generan los monopolios tecnológicoas y sus plataformas.
La imitación alborozada de esas políticas en nuestro país conduce a la paradoja de que, si bien al igual que en las potencias crean pobreza y desocupación, por otra parte acá conducen a la reprimarización de la economía. Es decir, que mientras los países del norte disputan la carrera tecnológica (conscientes que cualquier renuncio en esa dirección conduce al fracaso y al atraso), el experimento libertario ataca el desarrollo científico, y entrega los recursos naturales para garantizar la prosperidad extranjera.
Este modelo, cuya expresión más evidente ha sido la autorización para exportar ganado en pie -es decir, la vaca viva-, sin ningún valor agregado ni creación de trabajo local, renuncia, por falta de industrialización autóctona al uso del litio, por ejemplo, en beneficio de su extracción y comercialización para el exterior. La eufórica celebración en la potencia del Norte hacia los exabruptos de ignorancia de Milei, no son más que las lisonjas de ocasión para quien paga la fiesta de las veleidades espaciales de los milmillonarios.
Para sumar otro clavo al derrumbe de todos los índices económicos, ahora el cripto presidente va por un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Este desaire hacia el Mercosur, y al comercio con Brasil, tendrá el mismo destino que el RIGI: supuestas inversiones de rápida evaporación, especulación con divisas asegurada por el Banco Central, déficit comercial, y nuevo endeudamiento externo. Un anticipo de los efectos que producen las medidas previstas por la administración Trump son los aranceles a la importación de acero y aluminio, que golpean a la producción local.
Atacar a la agenda woke, o progresista, puede redundar en un momentáneo resultado en las encuestas (en tanto gran parte de la ciudadanía sigue confundida sobre las políticas públicas que impulsan derechos), pero el silencio en torno a principios centrales para un país en desarrollo, como la soberanía y la autodeterminación, desnudan el verdadero rostro del modelo. Mientras Milei y sus rufianes alientan el Space Dream imperialista, la dependencia se parece más a V, invasión extraterrestre.


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