Después de la histórica jornada del 9 de mayo y el magistral ejemplo de ciudadanía protagonizado por la clase trabajadora argentina, conviene tomar en serio algunas enseñanzas. Está claro que el paro general fue un mensaje contundente y pacífico hacia el gobierno del saqueo y sus cómplices de las grandes corporaciones.
Un exjuez de la Suprema Corte de Justicia es exhumado para ser sometido a un juicio exprés posmorten por supuestos crímenes populistas cometidos durante su labor político-jurídica. ¿La Democracia lo encontrará inocente o culpable?
La ley Bases -estatuto legal del coloniaje y de la supresión de derechos- avanza sobre un campo previamente bombardeado para debilitar toda defensa popular.
¿Pero cómo? ¿No era, acaso, que el mercado se auto-regulaba? ¿No era, acaso, el Mercado, ese bucólico y benéfico “mecanismo de cooperación social donde se intercambian voluntariamente derechos de propiedad”? ¿No eran preferibles los Monopolios, acaso, antes que la nociva intervención estatal?
Un 1° de mayo con los números en rojo y oscuros pronósticos, pero en plena alborada de lucha y esperanza.
La peor parte del experimento Milei se la llevan sus votantes jóvenes. Son ellos y ellas quienes padecen las medidas sociales y económicas en primer término. Hoy les resulta imposible, desde tomar un colectivo hasta aspirar a un trabajo bien remunerado.
El trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa a la potencia y magnitud de su producción; que el resultado de la competencia es la acumulación del capital en pocas manos, es decir, la más terrible reconstitución de los monopolios…
Justo ahora, en las malas, las opiniones y propuestas sobre la realidad nacional crecen desde abajo hacia arriba como siempre debió ser.
Ya está, ya caímos en la trampa, ¿hasta cuándo vamos a llorar?
Lo que tiene de inquietante el pasado es que nos domina con su ejército de fantasmas.
LITERATURA TROPICAL 