A la deriva

Por Carlos Quirós

La peor parte del experimento Milei se la llevan sus votantes jóvenes. Son ellos y ellas quienes padecen las medidas sociales y económicas en primer término. Si todo se les hacía cuesta arriba hasta diciembre 2023, hoy les resulta imposible, desde tomar un colectivo hasta aspirar a un trabajo bien remunerado.

Luego los jubilados, cuyos recortes de ingresos justifican la estafa mentirosa de la reducción del déficit. En este Titanic los salvavidas ya están asignados, y salvo los dueños del agronegocio, las empresas extranjeras y sus réplicas locales, queda poco para repartir y se lo llevan los cómplices de la casta enquistados en los tres poderes.

Las grandes mayorías, todavía desconcertadas, buscan en el mar embravecido de la crisis una señal de esperanza…inútilmente. Pero, ¿qué decir de tanta dirigencia extraviada? ¿Dónde yace la energía de las entidades económicas, comerciales, pymes, vinculadas al mercado interno? ¿Será cierto que en tantos años transcurridos desde el hundimiento de diciembre de 2001, no fueron capaces de elaborar la más mínima explicación sobre las recurrentes crisis del capitalismo subordinado en Argentina?.

De algo deben estar seguros, en algún momento llegarán a sus puertas, a sus oficinas, a sus universidades, a sus negocios, a sus expo, a sus eventos, todos ellos raquíticos de inanición por reducción del mercado, los ecos de una catástrofe evitable. Así como lacera las conciencias el padecer de una gran urbe como Rosario, carcomida por la penetración del narcotráfico en todas las instituciones, así como vemos la réplica en menor escala en cada provincia (Sáenz Peña ya hubiera sido declarada en emergencia sino fuera por la continuidad de gobiernos cambiemitas sin proyecto), debieran saber que están siendo testigos, como todos y todas, de la desaparición de la Argentina destacada en el concierto latinoamericano.

Agota recorrer la cubierta del Titanic en busca de algún sector que esquive la zozobra, sólo zafan los que especulan, los que evaden, los que administran los botes y los bancos, los mismos de siempre. El Estado ya no interviene en el control de precios, en las paritarias de condiciones de trabajo y salarios, ni en educación, ni en salud, y se apropia de la coparticipación y la destina al iceberg del FMI. La pauperización y la progresiva erradicación de la clase media, incluido en el plan libertario, trae aparejada también, la debilitación de la capacidad de respuesta ya que se dificulta la articulación social entre quienes encaran la supervivencia y aquellos que todavía seleccionan entre gastos prioritarios y suntuarios.

La respuesta es política y en cada frente, desde lo institucional, lo partidario, lo cultural, lo social. Pasa primero por dejar de consumir la pavada enlatada que difunden a diario pantallas y redes, por tomar contacto con las vivencias cotidianas –no como catarsis, sino como actitud vital-, es decir, desde el lugar que ocupo en la sociedad, donde me constituyo como sujeto con derechos.

Existe un sucedáneo de la reacción, cuya práctica refuerza la resignación y la impotencia, es aquella actitud de rezongo y recogimiento en los grupos de wasap, es el likeo inocuo de posteos opositores, es el re tuiteo de consignas sin eco, es, en definitiva, el naufragio en las redes enemigas, sin una respuesta coordinada.

Unidad y organización declamamos. ¿Cómo, nos preguntamos?. Dijimos en “Caer en la trampa y salir con vida” que “La unidad es un valor estratégico que, en la actualidad, cuando el FMI y los intereses financieros definen nuestro rumbo, pasa por todos los sectores “nacionales”. Ensanchar las bases del frente no puede quedar circunscrita a un sector o grupo en particular”.

También advertimos ahí que “amplitud” no es lo mismo que “cualunquismo” (la crítica coyuntura resulta propicia para el oportunismo de proyectos reaccionarios, que compiten entre sí para ver quien putea más fuerte). No somos inmunes a estos voceros, su viralización es inversamente proporcional al impacto nulo que logran sobre el avance libertario.

La organización tiene, para algunos, el doloroso requisito de hacer a un lado la banda o la orga, el sello que limita fronteras, porque la cultura política generada en torno al neoliberalismo hizo prevalecer el verticalismo y el individualismo, la burocratización se expandió y restó creatividad y audacia a una militancia sin respuestas cuando no ayuda el Estado.

La organización es tan necesaria como posible, ayudan las reuniones y asambleas, pero se edifica sobre actividades compartidas y programas consensuados. La conducción estratégica ausente, se extraña hace mucho tiempo, pero tampoco se regala, es una construcción sobre la marcha, y la marcha sigue…

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