Todo es trágico. Todo simplemente se desmorona. Pero cuando te miro a los ojos, hacés pedazos mi corazón. Jamás escribiré la historia de mi autoficción. Sombras terribles, así son las partes de mí que soy. Camino de nuevo en la noche solo y quedo atrapado en mi canción. No me acuerdo dónde duermo. Las luces encendidas, la soledad siniestrada que me acompaña desde que oí a mi madre decir: “En la vida todo se paga”. Me reí tan fuerte dentro de mí, todo empezó a doler y alguien apagó la televisión. Así que di vuelta la página en una demostración falseada de valor. Me desaparecí en líneas blancas y en recuerdos inundados llegaron las lágrimas haciéndome reventar de rabia y de rencor. Es un momento nada más; y vuelo absurdo por encima de mí. Me escruto todavía sin poder recordar. El fuego blanco del sol, las palmeras, el espectáculo del dolor. Mis pies son de plomo, pero jamás dejaré de caminar. De todas maneras me parece que lo mejor es dejar esto para nosotros mismos, ya lo hicimos un montón de veces, qué importan otras cien veces más. Pero supongo que siempre estamos dejando huérfano el profanador acto de vacío de la creación. La memoria, cuando nos miramos así, es un arma cargada de libertad. Si todavía podés pulverizar con tus ojos, podrás ser testigo del fuego blanco grabado en sacramento por los dioses de la fragmentación. Es la única forma en que se manifiestan: las partes de mí que soy. Todo es trágico. Todo simplemente se desmorona. Pero cuando te miro a los ojos, hacés mierda mi corazón.