You know you´re right

La «historia oficial» sostiene que #KurtCobain se había encajado un escopetazo en la cara en 1994, porque había llegado a la irrevocable conclusión de que había derrapado mal al haberse drogado tanto y durante tan prologando período y procuró entonces por lo tanto enmendar su yerro poniéndose punto final a su ignominiosa propia vida y con ella a la degeneración equis malditista que venía mascando fango desde los 70. Su autodestrucción limpiaría el barro seco del desierto creativo que habían saqueado desde entonces. Los revisionistas en cambio se dividían en hard-grunger y soft-grunger. Los primeros, muy celosos, dejaron trascender que fue por culpa de la negligente Courtney Love, madre de Frances, la hija de Cobain —fanática, aunque nadie le importe por qué, de la Abanderada de los Humildes Evita Perón—. Los segundos, más místicos, rápidamente arguyeron que el héroe en cuestión no resistió la rebeldía consumada del smell like teen spirit shock, apiñado en la síntesis literaria de su encuentro con un decrépito aunque completamente lúcido William Burroughs; y por esa misma razón hizo justicia para sí mismo jalando del gatillo en el momento justo. Aunque, hay que reconocerlo, la menos conocida entre las corrientes teóricas que evalúan y estudian concienzudamente el suicidio melancólico de los rockstars producidos por la máquina de guerra del espectáculo, es la de los lacayos perversos que detestaban la música de Cobain, y maldijeron su nombre y compraron sus remasterizados discos de vinillo sólo para realizar enfervorecidas ceremonias de escupitajos haciéndose selfies. You know you´re right.

 

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