El polémico y controversial Filósofo Enmascarado brindó una única entrevista personal al escritor fracasado Fernando Funes, fue en el 2005. El autor de Los vientos amargos de la nada, mítico ensayo malditista condenado por el gobierno zoocrático de Gran Mono que lo mandó al exilio y la clandestinidad, mantuvo una charla de casi una hora de duración con el deleznable poetastro tropical, conservado en formato vintage analógico de cassette y llegado en forma anónima a la redacción de Literatura Tropical hace una semana. Tipeamos los audios, transcribimos y editamos una entrevista en profundidad sumamente controversial del Filósofo Enmascarado, que brinda una perspectiva hasta ahora inédita del primigenio universo literario tropical. Según pudimos indagar, el reportaje habría sido realizado en una locación secreta en las afueras de Subtrópico Profundo, en el verano de 2005, poco antes de su exilio a París. Filósofo Enmascarado fue perseguido por la Policía Penitente por sus controversiales libros apologéticos de la libertad sensual y libidinosa y por ser sindicado como uno de los autores del atentado más sangriento de toda la historia tropicakaloide.
CASSETTE * Lado A + Lado B
—¿Cuándo te diste cuenta que la literatura sería tu oficio diario?
—Me di cuenta muy tarde que mi vida iba estar volcada a la literatura, cuando leí Sobre héroes y tumbas, a los 18 años. Cuando leí el libro me impresionó y deseé escribir un libro así y deseé por lo tanto ser escritor. Todavía no tenía el pensamiento claro de que iba a estar acompañado por libros y de que esos libros en algún futuro iban a ser míos también. Pero sí me quedó clarísimo el deseo de escribir. Por esos años estaba terminando el colegio Industrial, invierno del 96. Yo estaba en primer año de Ingeniería, para esto estaba galopando el proyecto de irme a estudiar Física al sur; yo ya había leído los ensayos de Sábato que me llevaron a la discusión si era o no un destino la Física, que fue mi primera criatura, mi primera obsesión, mi primera visión de lo que podía llegar a ser: un científico, un físico teórico. Por eso leí Sábato, me lo recomendó Martín Frangioli. Por aquel entonces yo leía mucho divulgación científica, recuerdo que le regalé a un amigo, Velazco, catorce libros de divulgación científica, bueno, en realidad me quedé con cinco.
Cuando leí Sobre héroes y tumbas, me pareció que la literatura podía darme el alcance de decir cosas que yo ya sospechaba desde la Física. El planteo de Sábato es humanista, que las ciencias son deshumanizantes; de hecho tenía razón, las ciencias hicieron el mundo que tenemos hoy. Sábado era un gran científico, iba camino a rozarse con los grandes… Pero a veces se quiere desacreditar la genialidad de Sábato pero no… Sábato fue el único expositor cuando Albert Einstein visitó a la Argentina. Sin embargo, por entonces no se estudiaba Literatura como yo quería estudiar Literatura, así que estudié Filosofía. De lo que también me di cuenta es de que la Filosofía, y el imaginario que yo tenía en aquel momento de la Filosofía, que después resultó ser más o menos acertado con el paso de los años… quiero decir que uno nunca termina de resolver qué es la Filosofía, y ese imaginario que yo tenía me precipitó a la Filosofía. Hoy creo que fue una decisión acertada. Había grandes expectativas. Sin ir más lejos, ayer, justamente, ordenando los libros, me encontré con el Diccionario del diablo de Ambrose Bierce, y había dentro del libro una hojita donde estaba bosquejada la capilla de contemporáneo, y yo con me fui a rendir con un libro de Bierce e imagínate vos el entusiasmo que me provocaba la contemporáneo que yo tenía un libro de Bierce. Es como que vos vayas a rendir un examen de botánica y se lleve El Proceso.
—¿Qué libros te marcaron?
—Hay libros buenos y hay autores. Y también hay temas. Cierto es que a veces uno lee un libro tras otros, libros en paralelo, podría decir que después de Sábato, al día de hoy, de aquella época, la lectura de Kafka, de Dostoievski, y sobre éste último, como decía Borges, conocer a Dostoievski es como conocer el mar, o conocer el amor, son clásicos. Ahora sí, lo que yo no sospechaba y que me llevó mucho tiempo, más allá de un impacto visual, a modo de ver el mar, fue entender que eran importantes para mi vida, gente que vos llegás y de entrada sabés que te va a llevar mucho tiempo, ingresarlo, en esa época fue Sartre y Camus. Kafka también, Kafka es mucho más extenso en sus lucubraciones que por ejemplo Dostoievski, pero con Kafka confieso que seguí reflexionando más, incluso al día de hoy. Libros: La Náusea, El ser y la nada, El extranjero, El mito de Sísifo, El hombre rebelde… Pero a mí lo que me influenció y lo que yo abordé desde mi creciente organización de una perspectiva filosófica hacia el mundo, tengo que hablar del existencialismo. Por entonces yo tenía como marco referencial la filosofía sartreana y el existencialismo de Camus. Naturalmente, me siento parte del existencialismo. El proyecto de novela que estoy escribiendo y que algún dúa voy a recuperar, no ya la novela en sí, sino algunos fragmentos, se llama Anotomía de la miseria humana, y tiene que ver con esa influencia. Un libro en el cual no hacía más que ensayar mi existencia hasta ese momento, novelada.
Es una novela inconclusa. Yo la estaba escribiendo y en ese momento se me atraviesa Cioran en el camino, poco después del ’96 y de la lectura de Sobre héroes y tumbas. La escribí durante dos años… Recuerdo que pasábamos por un quiosquito con un amigo, y veo una antología de Savater sobre Cioran…. Retrocedo, ese libro se me atraviesa cuando yo estaba escribiendo la novela, en esos dos años, decía, yo había escrito interminables fragmentos, cuadernos enteros de fragmentos, y que yo sentía la obligación de capitalizarlos en novelas o en libros extensos. Cuando yo descubro que Cioran era un escritor de fragmentos, y que las ideas que él intentaba plasmar se podían atomizar, como efectivamente yo lo estaba haciendo pero creía era un bosquejo, y no que podían ser fragmentos y aforismos que constituirían la obra en sí. Me digo: sí yo había leído Nietzsche, Sábato, que son escritores fragmentarios en su ensayística. Sábato por ejemplo siempre se refiere Kierkegaard, un autor fragmentario, hegelsistemático, y decía Sábato que la irrupción de Kierkegaard en el sistema absoluto es fragmentario, pero por la marginalidad propia que presentaba el genio de Kierkegaard, la legalidad hegeliana en el sistema y la genialidad kikergardiana en lo fragmentario, en el diario, que se escribe, que se escribe, que se escribe de modo fragmentario. Dejo de escribir la novela, y pienso en los fragmentos y las posibilidades de explotar ese núcleo, y empiezo a escribirlos, y de eso salen Los vientos amargos de la nada. Al mismo tiempo, cuando yo empiezo a armar Los vientos inicio la lectura de los diarios de Kafka que me parece otro género más plausible para lo que yo quería plasmar, que es no detenerme en la mera reflexión sino poder consumar fragmentos que representaran un episodio personal, no reflexivos, y que no representara una exclusión, es decir que podía referirme a alguien o meterme yo en una escena de la que efectivamente se deducía un efecto de diario.
(Fumando porro). Decidí publicar Los vientos porque necesitaba avanzar, sin embargo el proyecto del libro fue en realidad mucho más exquisito. Yo tardé en editar, lo cual me comió el tedio y me hizo destruir y armar mal el libro, yo tenía un equivalente de por lo menos seis veces más en extensión de fragmentos de que lo definitivamente publiqué. Todavía conservo una cantidad de fragmentos que iban a pertenecer a Los vientos, incluso hay una cantidad importante de fragmentos que destruí. Pero no los destruí por un ideal romántico de “purificación”, sino porque me sentía nervioso, detenido en el tiempo, había repasado la obra de Sartre de pie a cabeza, lo mismo con Camus, leí todo lo que hay de literatura existencialista de todas las bibliotecas de Resistencia. Después me había leído todo lo que Tusquets publicó de Cioran. Para mí, si me preguntan, Los vientos es un libro bisagra, pero ya estaba saturado y me sentía obligado a publicar para poder avanzar. Ahora bien, en el momento de armar el libro y con tanto material, tan exasperado, me venció el tedio y terminé cometiendo errores infantiles. Decía Cioran que una idea expresada con machaconería solo puede expresar machaconerías, creo que ese libro está herido por ese error. Ahora, y vuelvo sobre una cuestión que decía Simone de Beauvoir sobre La Rochefoucalt: una buena idea es fuerte y poderosa, pero su repetición le genera un efecto de inverosimilitud. Y el caso está en las máximas La Rochefoucalt, que tienen toda una historia, porque él empieza a armar el libro y luego de publicado se le ocurre en una segunda o tercera edición ordenarlo por temas. Y vos lees aforismos geniales pero repitiendo uno tras de otro los mismos adjetivos, sustantivos que se atornillas en dos páginas, ¡de un libro fragmentario! Si se agarrás un tema, tomado de esas máximas, y yo hago una descripción, a modo de Fresan, a modo de Proust, de Borges, a donde se va repitiendo el sustantivo, te puedo armar una de las mejoras páginas acerca de la frivolidad, de la vanidad, contextos… Porque leer La Rochefoucalt te genera lo que decía Simone de Beauvoir. Ahora, si me dicen que se puede hacer de Los vientos un silogismo de la amargura como Cioran, o unas máximas de Marco Aurelio, pues yo creo que sí, sería un proyecto artístico construir ese texto en una obra de arte poética. 24:41
Sin embargo es reflexivo. Y esto yo ya lo había dicho cuando estaba editando Los vientos…, que yo esperaba que en algún futuro no me traicione tanto la poesía, o sea, que la ganancia en experiencia sea en poesía, sea la de escribir con la suficiente efectividad para que yo pueda discurrir y hacer efectos sorpresivos y azarosos que dentro del sistema de pensamiento o dentro de lo que se esté pensando haga del texto una obra poética. Pero, insisto, no quiero hacer poesía. Para mí ese libro, por ejemplo, es La escritura del desastre de Blanchot.
—¿Hay que superar ciertos tabúes como el sexo y las drogas, antes de comprometerse socialmente?
—Si inevitablemente hablamos de drogas y sexo, yo agarro… Ayer a la madrugada por ejemplo, le digo a Marita mi amiga que pasara a fumar un porro. Entonces le muestro cómo había ordenado algunos muebles y cosas, y nos cagamos un rato de risa. Y en un momento me dice: “Mirá yo la puedo traer a mi mamá a conocer tu casa, mirá esa vagina colgada en la pared. ¿Decime vos qué mujer progresista hay hoy operando en la esfera del derecho? ¿Carmen Argibay? Pensá esto: esa vagina que está ahí en la pared es la primera de esta casa. ¿Vos te das una idea de las atrocidades que podés llegar a ver acá dentro de diez años? “Atrocidades” desde el punto de vista de efecto especial. Estoy pensando en esto: vos tenés una idea de lo que puede llegar a complejizarse este lugar. Bueno, ¿yo podría invitar a tomar un café a esa jueza a mí casa sin que ella se escandalice?
—En primera instancia podría decir que sí.
—¿Vos decís que sí, que la podría invitar?
—Yo creo que sí.
—Qué tan lejos está el imaginario limado de una persona como la mamá de Mara, cuya hija asegura que su progenitora no podrá venir con esa postura. Hablo del imaginario efectivo propiamente de acción progresista a una jueza como Argibay, y que la hija en las mismas condiciones no declare lo mismo. “No, no la puedo traer a mi mamá, mirá la vagina que hay ahí”. Quiero decir que bueno, Mara es progresista dentro de todo su universo. Sin embargo no puede su mamá venir a una casa donde hay una vagina colgada de la pared. O una donde un tipo te fuma un porro mientras te atiende. O sea, yo voy a esto: el progresismo militante político es un efecto especial totalmente limitada al ámbito de la marginalidad que nosotros tenemos dentro de la legalidad y fuera de la legalidad. Digo fuera de la legalidad, porque me refiero a algo que me enseño Dri, el sexo es un tabú, y el sexo está sacralizado desde el momento en que está legitimado el adulterio. La institución del adulterio se justifica a partir la sacralización del sexo. Fijate que es una idea muy ilustrativa, si nosotros no podemos romper los tabúes de la sexualidad y las drogas, entonces estamos fritos. Yo no estoy a favor de que nos droguemos y nada más que nos droguemos, y creo que mi vida es un gran ejemplo de ello; yo estoy a favor de la inteligencia con la cual uno descubre que si yo no puedo invitar a la jueza más progresista a esta casa –porque hay una contradicción por ejemplo, yo no puedo tener marihuana, y segundo el escándalo–, y esto sí en ámbito privado, yo no puedo agarrar y cortar ese pedazo de ladrillo prensado delante de la jueza. Entonces, yo me pregunto: ¿puedo hablar con esa mujer? O es progresista o no es progresista. O algo está mal en el sistema. Por eso digo, ayer le decía a Eugenio que escribiría el primer afiche de la Argentina que diga: “Permitido fumar marihuana”. Y otro que diga: “Prohibido fumar marihuana”. Son los carteles que yo voy a colgar en mi bar en un futuro cuando la Marihuana se legalice, y que va a distinguir el sector fumador del no fumador. Yo lo que digo es que estamos atrapados en efectos especiales.
—Ciertamente hay ciudades, países en el mundo, como Holanda, que tienen permitido dentro del sistema mismo, las drogas y la prostitución.
—Bueno, yo te entiendo todo eso. No soy ajeno a la discusión. Si vos me decís legalizamos las drogas. O sea, ¿un pibe que sale a robar va a comprar un faso? Yo te puedo decir desde mucho lugar que es relativo. Uno de los mayores generadores de adicción, es la marginalidad propiamente dicha. O sea, yo fumo, pero la marginación de retorno que yo recibo me hace más proclive a seguir fumándolo. Hay casos que no. Pero la tendencia estadística se traduce en lo primero. Y por otro lado yo te tendría que decir que en un lugar no se puede legislar porque ya viene de una cultura tradicional, como acá el mate, como que prohíbas el mate, suponte que en otro lugar, por ejemplo en Centroamérica, la gente tenga toda clase de desajustes alucinógenos. ¿Entonces qué? ¿Nos van a prohibir el mate? El problema es tomar mate allá no acá. En Jamaica todos fuman marihuana. Hay más de 600 referencias registradas de cómo uno puede llamar a la Marihuana. Igual que el clítoris, hay más de 300 nombres. Entonces que vos me vengas a decir que la pobreza de Jamaica es porque fuman marihuana, es lo mismo que yo te venga a decir que la pobreza de Brasil es porque tocan zamba. No, hay un proceso de explotación y sometimiento que explica el subdesarrollo de Latinoamérica, se llama Estados Unidos, Inglaterra, España, ¿no sé si me entendés a lo que voy?
—No, sí sí, está claro.
—Yo lo que quiero decir es esto. Si vos me decís que la marihuana es el problema, cómo explicas Jamaica. Vos me decís que en Holanda está solucionada la cuestión económica, que hoy se podría poner en duda, pero si vos me decís que son ricos y por eso puede legalizar eso tampoco demuestra la afirmación contraria. Alguien que haya fumado marihuana no puede ser rico; porque para demostrar eso te digo que la pobreza de Jamaica se explica por muy otras cuestiones. Muy otro cuestiones, no por el hecho que se fuma marihuana. Yo te pongo un país al lado de Jamaica, que no fuma marihuana, que tiene la misma pobreza, y el problema no es la marihuana. Nosotros no tenemos acá un clima tropical que la marihuana surge sola como en Jamaica, entonces no podemos hablar de una sociedad marihuanera. Pero si podés hablar de la pobreza, que misteriosamente tiene muchos vínculos y vasos comunicantes con la lógica que hice que Jamaica también sea pobre. Entonces el argumento de que Holanda fuma marihuana porque es rico se destruye.
—Y esto con respecto al compromiso social…
Esto es lo más interesante con respecto a todo lo que venimos diciendo. Yo lo que creo es que el tango a qué joder, es un producto de la autotragedia, que consiste, y esto Argentina lo comparte con Yugoslavia. Por ejemplo, Underground. Vamos a detenernos en Underground un ratito. Yo hablé con mi tía abuela, que es yugoslava, y me dio la razón. Es como que un yugoslavo le diga qué es lo que le pasó al argentino, siendo argentino anciano estando en Yugoslavia, imagináte que estas dos conversaciones son concebibles. Yo como argentino joven diciéndole a una yugoslava qué es lo que le pasó, y un yugoslavo joven diciéndole a un argentino qué es lo que les pasó. Qué le dije yo a mi tía abuela. Le dije: “Mirá, para mí, a ustedes les va a costar salir, porque saben, están convencidos, en lo profundo de su ser nacional, que un igual que encierra hoy ese ser nacional, lo estaba esclavizando, laburando para los rusos, los estaban haciendo producir armas, teóricamente para la revolución, cuando esas armas eran revendidas, y cuando ya la ocupación rusa había desaparecido. O sea, un desquicio. No van a poder salir si no la piensan y la repiensan, eso es lo que les lleva a locura. No van a poder salir, listo, catarsis basta, Underground la película ya fue, la tragedia ya está. Ahora vemos qué pasa para adelante. ¿Yo me puedo sentar a pensar un proyecto, un país, con un tipo que me hizo eso? Claro que no, entonces no vamos a salir nunca. ¿Nosotros nos podemos sentar con un torturador a pensar un proyecto? No, claro que no. Porque nosotros sabemos que si yo quiero un ser nacional tengo que incluir a esa masa nauseabunda que organizó el genocidio. Ahora yo sé que si no vamos a poder incluir a esa masa nauseabunda no vamos a poder salir nunca, y vamos a seguir escribiendo tangos. Y en Yugoslavia, van a seguir proliferando Underground, y Kusturica.
Goce. Es una estructura de goce. Como decía Lacan, el sufrimiento del yo, el sufrimiento intolerable del yo es en realidad una satisfacción inconsciente. O lo que es más exacto, el inconsciente se satisface a partir del sufrimiento del yo. Es como un basurero, donde se le permite ordenar. Cuando uno está un poco trastornado, como yo, agarra y hace lo que yo hice en estos días, ordenan. El sufrimiento físico que yo tuve es la satisfacción final de hoy dormir y mirar a mí alrededor todo ordenado. Lo mismo hace el inconsciente con el yo, lo somete a un sufrimiento para ordenarse de vos, satisfacerse y empezar de cero. Nosotros estamos atrapados en esa repetición, y si nosotros no nos podemos sentar a hablar con un torturador no vamos a poder salir nunca. No estoy hablando de perdonarlo, lo metemos a la cárcel y nos sentamos a hablar. Seamos conscientes de pensar que si vos estás en la cárcel y yo estoy afuera, es una cuestión de pacto social, porque vos te zarpaste, nada más. Pero, si no podemos hablar, vamos a seguir escribiendo tangos.
—¿Te podés clasificar de alguna forma?
—¿Con respecto a qué?
—¿Con respecto a vos, cómo te ves?
—O sea, yo soy un artista. Porque lo que yo voy a hacer son obras artísticas. Y te voy a crear un conflicto, un conflicto propiamente de la filosofía, una cuestión dentro de lo filosófico, de la necesidad de la autoexigencia de entrelazarse, lo mismo pasa con la ciencia. Hoy tenemos un Juan Samaja que demuestra aquello que decía Nietzsche: “Las ciencias son fábulas, igual que los mitos, igual que la política…” Son fábulas, usaba una palabra bellísima: relatos. Relatos de la realidad, y Nietzsche que la posmodernidad los ensalza. La muerte de los grandes relatos. Entonces por ese prurito todavía moderno, yo tengo que decir que quiero ser filósofo, y además soy filósofo. Y sobre todo a partir de la aceleración que se va a dar en mi vida, cuando encadene las sucesiones de éxitos y el crecimiento de la fortuna que es lo que a mí me va a permitir proyectar obras artísticas, sobre todo a partir de esa aceleración yo ya no podré tener un emplazamiento. Y para mí lo más amplio y todavía lo que el inconsciente recibe sin demasiadas refutaciones, es que te diga que soy un artista, si artista fue Leonardo Da Vinci. Por eso, yo quiero hacer una aclaración que no la voy a hacer más, no hablo de la pedantería. Pero si vos me preguntas te tengo que contestar desde dónde yo las pienso, al margen de que me pueda morir mañana o podré haber fracasado, te contesto desde dónde las pienso ahora. Ahora me veo con la posibilidad de pensar mi proyecto de vida a partir de la información que tengo de Leonardo Da Vinci, de paso sea dicho estuve releyendo una biografía de él.
—¿Qué más estás leyendo?
—Lo estoy leyendo a Fresan, a Derridá. Ahora estoy releyendo La velocidad de las cosas. Leí Esperanto, y ahora estoy con La velocidad de las cosas de nuevo. Fresan me parece, hoy por hoy, el escritor hispano hablante más lúcido, y voy a decir lúcido, porque si digo que es el mejor vamos a empezar con un problema, qué es mejor, y todo eso. Porque la lucidez de Fresan tienen que ver con efectos especiales que los organiza bien. Por ejemplo, Borges nunca pudo escribir de forma pop, porque no existía el pop. Y entonces si alguien dice que Fresan es mejor porque es un Borges más pop, yo te digo que Borges no tenía el pop para aplicar el más. Es decir, si hubiera hoy un escritor, como sí por ejemplo puede ser este tipo, aunque es viejo, el Rojas, que escribe brillantemente, es un animal, tiene una lectura exquisita de Borges, Y el otro mexicano, de Rozas. Pero qué pasa, su lucidez va por otro lado, es un tipo muy comprometido con la complejidad de la historia argentina. Entonces tampoco está el pop. En cambio en Fresan está el pop, y también está la excusa de estar más acá del Proceso, sus años fueron los 80. Entonces ese es el gran efecto especial de Fresan y yo te digo que omite muchos referentes, cosa que a mí, debería leerlo más con un poco más de paciencia, pero me parece un tanto maraca.
—Ahora hagamos un ping-pong, yo te voy a ir mencionando una lista de palabras, y vos definilas como te plazca, como te dé la gana. Empecemos por: Iglesia Católica.
—Cinismo
—Drogas
—Libertad
—Sexo
—Literatura
—Amor
—Natalia
—Música
—Envidia (de hecho soy un músico frustrado)
—¿O sea que quisiste tocar algún instrumento?
—O sea, quise ser músico. Cuando uno dice “quisiste tocar algún instrumento” es una redundancia, quise ser músico y listo. Hablar de música es inagotable. Sin duda los íconos más fuertes para mí podrían ser Gardel, Piazzola, Pink Floyd, y después tendría que irme a los clásicos, Chopin, Schuman, Mozart, Beethoven. Lo que más hice en mi vida fue escuchar música.
—En Los vientos… hablás de “la música de tu soledad[1]” en un fragmento muy preciso que logra estadio poético de hiperbólica potencia, ¿qué es la música de tu soledad?
—Lo que yo te puedo dar en este momento es, cuando uno habla de soledad tengo muchos fragmentos que próximamente voy a editar, pero esencialmente quiero decir que mi soledad se consolidó a partir de ser un melómano. El hecho de mi melomanía me hizo retroalimentar mi soledad. Yo he pasada, para que tengas una idea de lo que trato de decirte, de junio hasta noviembre del año 98, escuchando seis horas por día de música. Había dejado Ingeniería, y estaba esperando a que empiece el otro año para empezar Filosofía. Bueno, no sé, seis horas por día sistemáticamente de lunes a lunes. Empecé a diezmar lo que tenía en mi casa, en casa de mis amigos, conocí gente, tipos monstruos de registros musicales y los escuchaba. En ese momento tomaba mucho alcohol, y me llevó a agudizar mi alcoholismo. Pero, ahora, eso fue el momento de mi vida que más me dediqué a escuchar música, y ahora imagináte la abstinencia de eso. Ahora por ejemplo imagináte una persona normal, vos, que no haya tenido ese gran ingreso a la droga de la música, una sobredosis de media docena de horas por día, e ir deliberadamente, neuróticamente a buscar algo nuevo a otro y a otro lugar y festejar cada vez que de tanto en tanto encontrabas algo. En este momento, en este punto, vos que fuiste normal, no tuviste ese acceso a una droga tan fuerte, pero tenés más o menos una experiencia, podés saber que eso me obligar a pasar tiempo solo. Te estoy hablando de mis soledades ahí. Pero también te digo que lo que sea la compañía, no tengo la menor idea de lo que sea, lo que sería no estar solo, no sé lo que sería estar solo, yo nunca me sentí no-solo; ahora, lo que sí sé, es que la música pulió mi soledad. La alimentó y quién dice si no: la produjo. Eso es lo que quiero decir con respecto a la música de mi soledad. Pero yo estoy seguro que en Los Vientos no incluí que los voy a incluir en el próximo libro donde hablaba directamente la relación de pasar horas y horas de pasar escuchando música y del sentimiento de soledad. O sea, la cuestión material de estar seis horas por día y la imposibilidad de que eso genera de encontrar compañías. No estoy diciendo compañías estrictamente relacionados con lo amoroso o el entretenimiento. Pero tenía que estar solo, incluso era tedioso para el resto, En ese momento tenía la computadora, tenía el grabador, porque escuchaba mucha música en casete, de hecho la mayoría que escuché en ese momento fue en casete, por ejemplo me escuché todo lo que hay de tango en Resistencia City. Di con tres coleccionistas que tienen cada uno una cifra como de cuatro mil discos de tango, y yo buceaba. En el Fogón de los Arrieros escuché todo lo que tienen, por ejemplo. Yo te quiero decir esto, que la abstinencia de esto la voy a sufrir de por vida, en ese momento yo lo podía hacer porque no tenía nada para hacer.
—¿En qué estás trabajando ahora?
—Bueno, ahora estoy trabajando en algo que tiene que ver con… Bueno, es complejo, pero en fin. No puedo escapar al hecho de leer libros a la vez y de producir libros a la vez, ya me convencí de eso y no voy a cambiar con respecto a eso. Lo mismo me pasa con las “deudas literarias”, ¡qué deudas literarias!, ¡no hay deudas literarias! Es como que yo te diga que vos tengas culpas por las minas que no encaraste y que te gustaron. ¡Basta ya! Lo mismo sucede con las deudas literarias, son hermosas hembras que tenés ahí en frente y que todo el mundo comenta que son terribles, y que vos después te angusties, después tengas culpa de no haberla encarado… Hay algo sin embargo que no sucede en la realidad literaria que no sucede con las minas, si vos te encaras una mina probablemente te diga que no o que sí, depende tu habilidad y del gusto fatal del momento, en cambio si te encaras un libro es más probable que el libro te acepte, porque a vos te van a gustar libros que concebiblemente los puedas leer, en cambio las minas te gustan independientemente de que las pueda conquistar o no y yo creo que sobretodo y tendenciosamente las que no. El postular algo que es muy probable que no lo tengas. Digo esto porque tiene que ver con lo que estábamos diciendo recién, vos me preguntaste qué estaba haciendo yo, bueno, yo estoy escribiendo muchas cosas a la vez, estoy pensando muchas cosas a la vez, estoy leyendo muchas cosas a la vez, entonces yo no te podría decir que estoy trabajando en algo en particular, lo que yo sí sé es que dentro de un año, es mucho tiempo ya un año, ya a fin de año yo ya voy a tener una cantidad de material e ideas que aplicada a ese bulto una estrategia de selección y de armado, van a resultar explosivas las cosas que voy a editar en verano.
—Eso fue todo.
—Sí.
[1] “El eco de esos truenos que vienen desde lejos, como si fuera el inevitable torrente de los ríos. Sangre que me hiciste mal, poesía que no me alcanza. Tanto me he ido de lo ausente, tanto desespero en su nostalgia, que siempre vuelvo, vencido, ridículo, cobarde. Toda la razón es de ellos, todo el fulgor es de su invento. Pido algo de piedad: un poco más de tiempo para oír la dulce música de mi soledad. Es lo único que pido”. Los vientos amargos de la nada.
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