Por Mario Caparra
Alfredo es el degollador de «yo líricos» más grande que conozco. Pergeñó un poemario sin yo; un libro de filiación imposible en la escena nordestina. Lejísimo del romanticismo, el litoral bucólico y la coplita algodonera, pero también de las poéticas villeras y la experimentación lúdica.
Entre dioses crispados y morcillas, y con el poema como espacio de dramatización, traza una cosmogonía, sucia, libertaria, adictiva. En pleno auge de las ficciones basadas en hechos reales, encarna una poesía real basada en hechos ficticios.