Ojo, tiene SPOILER
Mother! es una película para gente retorcida. Gente que no está bien de la cabeza. Y todos sabemos que Darren Aronofsky es un loquito que bandea mal. Esta vez quebró en delirio posmo-bíblico y puso en su nueva titanomaquia fílmica tantos enigmas y puzzles que van a mantener a los críticos odiándolo durante siglos, debatiendo sobre lo que quiso decir. Al estilo Joyce, el loco se cargó a la Inmortalidad. Primero dijeron que su película era como la del bebé de Rosemary. Batieron que después de entregarse a la estafa de Noé, Aronofsky zarpó en ácidos litúrgicos y hongos alucinógenos pero jamás derrapó, algo que muy pocos pueden hacer y lo que se considera ciertamente un arte poético de extraño virtuosismo, de otro modo jamás podríamos explicar por qué tipos como Mick Jagger o el Pity Álvarez siguen vivos. El caso de Mother! es similar porque uno jamás sabrá si saldrá siendo el mismo después de verla, si es que viéndola —quienes se animen a verla—, llegan o pueden llegar al final. La dramática sofocación que produce la belleza inmaculada de Jennifer Lawrence, que interpreta a Madre, descarnándose en torrentes de quebrantos y angustias que asfixian hasta la perversión. Hasta más no dar sufre uno con Madre que lo da todo, incluso ya moribunda, Madre da el corazón. Barden interpreta a Dios (Él), y como todos sabemos Dios es un reverendo hijo de puta y Barden siempre hizo muy bien de hijo de puta. Ed Harris y Michelle Pfeiffer interpretan a una pareja libidinosa cuyos nombres ignoramos —ningún personaje tiene nombre— pero podemos afirmar que son Adán y Eva pasados de copas, ya que después aparecen sus escandalosos vástagos Caín y Abel, y todos sabemos cómo terminan Caín y Abel. Todo se desmadra después del funeral de Abel y la casa misma se convierte en una convulsa y multitudinaria Historia de la Humanidad. Miles de fanáticos y colonizados mentales de toda laya buscan al Gran Poeta, quieren tocar al Creador, quieren amar a Dios. Lo aman tanto que quieren tocar al hijo del Creador —porque a todo esto Jennifer Lawrence se convirtió en Madre, al principio no lo era. Pero la Humanidad y las multitudes, como todos sabemos, destruyen todo, son dañinos y persisten en tratar de comprender y si no son capaces de comprender asesinan, hacen guerra o van a terapia o leen a Freud. Por eso, Dios los perdona, Bardem los perdona a todos. Descajetaron el Paraíso, Paraíso poetizado en la casa, la casa es el Paraíso. De pronto, las multitudes hicieron mierda todas las cosas posibles, todo convertido en desgarro y sangre derramada y lamento, el Paraíso se fue a la mierda. Si hasta lincharon a la hermosa Jennifer Lawrence y sin embargo Bardem ama a las multitudes. Los ama incluso cuando la vorágine mató a su hijo recién nacido: “Hay que perdonarlos”, le dice Dios a Madre ya devastada, y cuando se lo dice todavía tiene el descaro de pedir algo más, cuando ya Madre más no puede dar. Entonces le da a Dios lo último que pueda dar: su corazón. Y entonces Él lo arranca, lo pulveriza entre sus divinas manos, y encuentra dentro del corazón un enorme y preciado diamante —como en el inicio de la película—, que no es solamente símbolo de belleza sino también de resistencia perpetua, por ser de los materiales más sólidos y perfectos que existen en la Tierra, tales son los calificativos que encajan para la gran última pesadilla del loquito Darren Aronofsky.



