…en bolsas de plástico reciclado

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Por Luba Malun & Susuke Taku Pe Shopboy

Son 51 los ausentes en este brebaje. El cuerpo en agonía es el vicio de las multitudes erróneas, libres, simples destellos de parsimonia sacra. Ahí donde hay luto se esconde la perversión de lo dicho y hecho. De la misma manera sangra, en todas sus faltas. – Los procesos dirán la síntesis justa,

el momento de ser un esclavo

no es lo mismo que fabricar las cadenas -. Mirá,

o en su defecto, arrastrate hacia la gracia adicta al conflicto. No es más que una bravura en medio del corte de luz programado. Todo responde al exceso de saberlo y devorarlo ansioso, violento, el fruto, las hojas, los movimientos de la cosa que nos arrastra de nuevo al mismo lugar. Como esos vicios que se inventan en invierno, sobre todo en ciudades donde los techos a dos aguas acarician una tradición a destiempo. En el silencio encuentro los restos de lo que será ajeno, envuelto en un torbellino de aquellos destructivos y sagrados en su propósito. Sin embargo aquí estoy, anunciando el milagro de verme por cuarta vez, o por tercera. Quizá esté exagerando mis anécdotas pero no es más que puro ardor, pasión sincopada al estilo western, un piano inoportuno, vos comprando un pasaje a Islandia. A veces confío en mis instintos pero otras me entrego a la oscura y absurda sombra de la duda.

Mis ideas sobreviven, dolorosas e impunes. En el despojo seré feliz y aún reniego de todo aquello que fue accidente: Los colores, tan brillantes, desentonan con tu fracaso, como decir “nosotros dos, fuimos los culpables por no perdonarnos a tiempo”. El tiempo es todo lo que tardaste en dejarte sentir; lo cuento con gotas imaginarias como de arena y algo más. De mis entrañas el mórbido recuerdo, así, una casa en la Antártida o una choza en Bulgaria. De tan vulgar ya soy normal, no creo que puedas decir lo mismo. Sabemos todo del amor y del odio, las pulsiones siniestras ¿quién dijo que estamos en tensión? Entre mis dedos se escurren las culpas y vos yendo hacia los suburbios que gritan

en las profundidades

“no hay mar, no hay codicia mas destacada”… ¿qué miras? Si todo, todo, se resume en una mirada distante y verborrágica en su lejana agonía.

¿Qué es esto? Que nos lleva, nos consume en la emoción de dejar que el tiempo corra antes y después, entre nosotros, lo nombro, cinema del ocaso o el error, a veces dirás y otras yo demandaré más costuras donde no abunda la tela de tu linaje, dime, oh caballero de bronce, ¿cómo te gustaría que te recuerden de lo que sos capaz? De cualquier manera, nunca distingue los impulsos de lo que tratando de manifestarse descubre la violencia mas tibia. En medio de la tempestad yo no era el mejor. Sin embargo me elegiste para el pánico, para la dulzura, o mintiéndote que soy inmoral y en lo único que creo es en la codicia de la carne,

la llave que cierra la culpa de vivir a destiempo.

¿destiempo?

¿destiempo?

Solo espero no excederme en la cocción. Me han dicho que de alquimias pocos conocen el poder,

su poder para hacer bajar lo que está alto, su poder para romper lo que esta sano, a gusto, retraído en su fantasía, que es también néctar y espeso fruto del desafío. De frente los movimientos son dirigidos y en ellos urdo un pseudo destino; el mío. No es para tanto ni tan poco, sino tan basta, tan profética, divergente, inteligente, hartante, capilar en la desdicha, y espero que tu esposa guarde la clave enraizada en la historia de marfiles y devenir.

O sea, seguirás estaqueado hasta la madrugada, durazno, donde vendrá tu padre y tendrá razón en lo niño que fuiste al desear un diluvio, justo lo que te permitió ser.

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